El lunes 13 de marzo se cumplieron 10 años de la elección del Papa Francisco. Tras el gran pontificado de Benedicto XVI, los cardenales eligieron un Pastor venido “del fin del mundo” tal y como el mismo Bergoglio lo afirmó desde el balcón de la Basílica de San Pedro aquella noche de la fumata blanca.

Fue grande la sorpresa de tener un Papa latinoamericano por primera vez en la historia, venido de la “periferia”, ese lugar geográfico, sociológico, pastoral y teológico que el propio Francisco ha hecho eje y señal inequívoca de su pontificado.

Advirtiendo con claridad un nuevo estilo en la sede de Pedro, el Santo Padre hizo uso de una acertada comunicación a través de sus gestos de cercanía para evangelizar y atraer a quienes se habían alejado física y espiritualmente de la Iglesia.

Al mismo tiempo, apoyado en esa figura determinante como lo es el Consejo de Cardenales, avanzó en aspectos estructurales claves como la reforma de la Curia Romana, la administración de los recursos económicos, la lucha frontal contra los abusos en el clero y la elección de los obispos según criterios pastorales.

La magnitud de sus reformas en estos y otros muchos aspectos es tal, que diez años es un tiempo muy breve para advertir sus alcances y repercusiones, y mucho menos para que dichos cambios se asienten y perciban en las Iglesias locales. Será el Espíritu Santo quien las llevará adelante en los próximos decenios y siglos por el bien de la Iglesia y la misión que le ha sido confiada.

En términos de magisterio, el Papa Francisco nos ha regalado tres encíclicas muy valiosas y útiles para comprender el norte de su pontificado.

En primer lugar Lumen fidei, del año 2013 en la que hace un recorrido por los principales postulados de nuestra fe católica, con motivo del Año de la Fe, un texto escrito “a dos manos” entre él y su predecesor el Papa Benedicto XVI.

Luego, en el 2015 el Papa publicó Laudato si’, la encíclica revolucionaria sobre medio ambiente y desarrollo sostenible, en la que introdujo términos tan conocidos hoy como la “Casa común” y los “Pecados ecológicos”.

Finalmente, en el 2020, el Papa regala a la Iglesia Fratelli tutti, sobre la fraternidad humana y la amistad social, un texto que actualiza la Pacem in terris, del gran Papa San Juan XXIII.

Sin embargo, su magisterio es mucho más amplio. Pensemos en sus exhortaciones apostólicas post sinodales Evangelii gaudium, Amoris laetitia, Christus vivit, Gaudete et exultate y Querida Amazonia.

Igualmente, los mensajes que ha ofrecido en sus 40 viajes apostólicos, en los que ha visitado 59 países y se ha encontrado con millones de personas que han escuchado sus palabras pero que lo han visto actuar en coherencia.

Actualmente, la preocupación del Papa está puesta en el tema de la Sinodalidad, para lo cual ha iniciado un proceso local, que va por su etapa continental, y que vivirá su primera gran asamblea episcopal en octubre próximo, concluyendo dentro de un año (octubre de 2024) en Roma.

La sinodalidad, como ha explicado en numerosas ocasiones el Santo Padre, es el camino “que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio” un elemento constitutivo y consustancial de su naturaleza misionera.

“El tema de la sinodalidad no es el capítulo de un tratado de eclesiología, y menos aún una moda, un eslogan o el nuevo término a utilizar o manipular en nuestras reuniones. ¡No! La sinodalidad expresa la naturaleza de la Iglesia, su forma, su estilo, su misión. Y así hablamos de Iglesia sinodal, evitando, sin embargo, considerarlo como un título entre otros, una forma de pensarla con alternativas”, explicó Francisco hace algún tiempo a los fieles de su diócesis de Roma.