Face
Insta
Youtube
Whats
Jueves, 28 Marzo 2024
Suscribase aquí

Editorial: Homilías “desastre”

By Redacción Febrero 24, 2023

Un desastre. Con este fuerte calificativo, el Papa Francisco se refirió hace unos días a las homilías de algunos sacerdotes. Lo dijo en un encuentro con participantes de un curso de liturgia en el Vaticano, a quienes además pidió que dichos momentos sean breves.

Aunque es la primera vez que usa esa palabra, su preocupación por la calidad de las homilías no es nueva. Ya antes ha manifestado, en varias ocasiones, su disgusto por quienes hacen a su antojo este momento de la Eucaristía.

En el año 2015 por ejemplo, pidió a los presbíteros “que sus palabras sean sencillas. Que todos entiendan, que sus homilías no sean largas ni aburridas, que lleguen al corazón de la gente porque salen de su corazón”.

Incluso recordó un profesor que tuvo de homilética, quien decía que la homilía debe tener coherencia interna: una idea, una imagen y un afecto. “Que la gente se quede con una idea, con una imagen y con algo que haya movido su corazón”, dijo.

Dichosamente la expresión no fue generalizada, como tampoco es la mala calidad de las homilías. Consta que la mayoría de sacerdotes se preparan orando y pensando, estudiando la Palabra y trayendo su luz a la realidad, articulando un mensaje que siempre resulta coherente y atrayente, profundo y rico, capaz de alcanzar el corazón para encender en él, el deseo de Dios.

Estos sacerdotes son verdaderos comunicadores de la Palabra siempre nueva del Evangelio, nunca se hacen protagonistas de la celebración ni necesitan recurrir al show para atraer a sus feligreses. Son generalmente, más bien, personas que rehúyen a las luces y a la fama, conscientes de que es Cristo, y solo Cristo, quien ha de brillar en las Eucaristías.

Sobra entonces decir que el Papa tiene razón cuando asistimos a tristes prácticas cuasi homiléticas en las que el celebrante se convierte en el centro de un espectáculo, o cuando, por desidia, se dedica por largos minutos, a menudo demasiados, a lanzar ideas sueltas, regaños, clases magistrales, campañas económicas o pensamientos filosóficos y teológicos elevadísimos casi con el fin de que nadie comprenda.

Incluso hemos conocido de casos en los que la mala calidad de la homilía pronunciada está en proporción directa a la poca asistencia a los templos y aunque parezca mentira, hasta de la escasa generosidad en las colectas.

En atención a estos casos, que sin duda existen aunque, repetimos, son los menos, es necesario que se revise la formación homilética que se ofrece desde el Seminario, dentro de la comprensión de la liturgia como el ámbito más sagrado que tenemos los católicos, eso sí, sin caer en rigorismos que la vuelvan rígida o fría.

Es urgente además ofrecer una formación más amplia a los nuevos sacerdotes en el campo de la comunicación, para que tengan las herramientas, la práctica y los conocimientos suficientes sobre cómo estructurar mensajes e incluso cómo pronunciarlos bien por consideración y respeto a la asamblea.

Desde luego que el seguimiento y la formación permanente son igualmente importantes, a través de cursos de actualización que se puede ofrecer ya en el ámbito diocesano y hasta parroquial.

Dice la sabiduría popular que la voz del pueblo es la voz de Dios, pues sería bueno también tomar el parecer de los fieles sobre las homilías de sus sacerdotes, sin hacer de ello un lugar para las quejas o un tribunal inquisidor, sino incluso como una oportunidad para la comunión eclesial y el diálogo fraterno.

La homilía, nos recuerda el magisterio, es una conversación familiar. “Una exhortación fraternal, clara, adaptada a la comprensión de los oyentes en torno a la palabra que se ha escuchado y que debe exponer los misterios de la fe y las normas de vida cristiana a partir del texto sagrado (SC 52)”.

“La homilía, como parte de la liturgia, es ocasión privilegiada para exponer el Misterio de Cristo en el aquí y ahora de la comunidad, partiendo de los textos Sagrados, relacionándolos con los sacramentos y aplicándolos a la vida concreta. Su preparación debe ser esmerada y su duración proporcionada con las otras partes de la celebración” (C.V.II 930).

Así pues, su importancia y centralidad merecen atender la preocupación del Papa con seriedad, sin excusas ni justificaciones, entendiendo y agradeciendo a los sacerdotes que se esmeran por hacer presente el amor de Dios en sus homilías, pero siendo claros y pidiendo corrección a quienes a veces, lamentablemente, hacen de esta oportunidad un despropósito injustificable.

Síganos

Face
Insta
Youtube
Whats
semana-santa.jpeg
puntosdeventa
Insta
Whats
Youtube
Image
Image
Image
Image
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad