San Francisco de Sales es uno de esos grandes referentes de la Iglesia de todos los tiempos. Es doctor de la Iglesia y patrono de los periodistas y comunicadores católicos. Su servicio inspiró multitud de obras que llegan hasta nuestros días, una de ellas, talvez de las más cercanas a nuestra realidad, es la que llevó adelante otro gran santo, San Juan Bosco, que precisamente partiendo de su ejemplo, fundó la gran familia salesiana, cuyo bien es de todos conocido a través de numerosas obras a favor especialmente de los niños y los jóvenes.
Pues bien, en su carta el Papa va al corazón de San Francisco de Sales para descubrir sus motivaciones más potentes, una fuerza que bien haríamos en conocer y recuperar para dinamizar tantos aspectos de la evangelización que hoy necesitan el vino nuevo de la alegría, del entusiasmo y la creatividad.
Lo primero es decir, con el Papa, que San Francisco de Sales fue un fino intérprete de su tiempo, que de un modo nuevo tenía “sed de Dios”, y desde ahí fue un “extraordinario director de almas” capaz de ayudar a la gente a buscar al Señor en el propio corazón y a encontrarlo en la caridad. No es casualidad que san Juan Pablo II lo llamara “Doctor del amor divino”, no sólo por haber escrito “un poderoso Tratado sobre este tema, sino sobre todo porque fue testigo de ese amor”.
San Francisco de Sales tuvo una impresionante capacidad para percibir el cambio de los tiempos y ofrecer respuestas adecuadas. Hizo, por ejemplo, de la palabra escrita una oportunidad para el anuncio del Evangelio, en una época en la que no era común hacerlo.
Y esto, para el Papa Francisco, “es lo que espera como tarea esencial para este cambio de época: una Iglesia no autorreferencial, libre de toda mundanidad pero capaz de habitar el mundo, de compartir la vida de la gente, de caminar juntos, de escuchar y de acoger”.
Es lo que realizó el santo de Sales, que nos invita, afirma el Papa, “a salir de la preocupación excesiva por nosotros mismos, por las estructuras, por la imagen social, y a preguntarnos más bien cuáles son las necesidades concretas y las esperanzas espirituales de nuestro pueblo”.
En comunión con ello, vivió un “estilo de vida lleno de Dios”, traducido en un pensamiento claro que antepuso el corazón a todo, y por medio de él, es donde se realiza el “sutil e intenso proceso unitario en virtud del cual el hombre reconoce a Dios y, al mismo tiempo, a sí mismo, su propio origen y profundidad, su propia realización en la llamada al amor”.
Así, el santo descubre que la fe no es un abandono pasivo y sin afectos en una doctrina sin carne y sin historia, sino “sobre todo una disposición del corazón” que nace de la contemplación de la vida de Jesús y nos hace habitar la historia con confianza y concreción “en la escuela de la Encarnación”.
Finalmente, como director espiritual, San Francisco da el ejemplo renunciando a la severidad y confiando plenamente en la dignidad y capacidad de un alma devota, no obstante sus debilidades. En esta visión está precisamente el optimismo salesiano, que ha dejado su huella permanente en la historia de la espiritualidad y que ha florecido sucesivamente, como en el caso de don Bosco dos siglos después.
En fin, mucho más podemos aprender de esta figura, que en su momento revolucionó desde el amor y la fidelidad, la vida de la Iglesia en Francia y Europa, con frutos que aún hoy hacen atrayente el mensaje cristiano, por medio de una propuesta personal del amor de Dios.
La Carta abarca cantidad de aspectos de vibrante actualidad, por lo que su relectura es una buena manera de comenzar este 2023 con la conciencia de que solo haciendo las cosas de modo diferente podemos esperar resultados distintos.
Que el Señor nos anime en la apasionante misión de anunciarlo en el mundo de hoy, y que a ejemplo del santo de Sales, comuniquemos a todos que la vida cristiana es una existencia por encima de toda aridez y frente a la tentación de replegarse sobre sí, porque ha encontrado nuevamente la fuente de la alegría verdadera, Jesucristo, que dio su vida por nosotros.
