Hoy, mi llamado es para que como Iglesia seamos también responsables con nuestro compromiso cristiano de volver a la Eucaristía. No podemos ni debemos acostumbrarnos a faltar a la Santa Misa, o a seguirla por los instrumentos valiosos que nos han acompañado y nos seguirán acompañando en este tiempo.
El Magisterio de la Iglesia es muy rico en cuanto al valor único de la Eucaristía y, por ende, en esa conciencia debemos penetrar para reconocer y testimoniar su valor. En Sacrosanctum Concilium, número 10, se indica: “La Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza (...) sobre todo de la Eucaristía mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin”.
Cuidándonos siempre, respetando las normas sanitarias, apreciando la vida, volvamos a la Santa Misa. A pocos días de celebrar la Semana Santa, que hace un año no pudimos celebrar de modo presencial con los fieles, volvamos nuestra mirada al Señor, agradezcamos el don del misterio que nos ofrece en la Eucaristía y asistamos como hermanos para vivirlo mejor.
Cuidemos sí de nuestra salud, y la salud de nuestros hermanos; pero también trabajemos, cada vez con más fuerza, por la salvación eterna. Pongamos nuestra mirada en el cielo, esa es la meta final de todo cristiano, y nuestro deber como Iglesia es anunciarlo.
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