Siendo San José aquel que guió al Hijo del Hombre en su crianza, él enseñará a todo padre que se confía a él, el profundo significado de su propia paternidad y la más importante misión de este ministerio: comunicar a los hijos la fe (Cfr. Lc 2, 22-24. 41-42. 48-51). Cada padre en el hogar tiene la misión de hacer presente a Dios como un Padre siempre amoroso y cercano. En San José también reconocemos la docilidad ante el llamado de Dios y el valor del silencio, hoy tan necesarios para ejercer este don de la paternidad ante las difíciles situaciones que el mundo actual nos ofrece, pero siempre, con la fe puesta en el Señor.
San José protector de la familia
Los pasajes bíblicos en los que la Sagrada Escritura menciona a San José, destacan su función como protector de la familia. Su corazón justo siempre busca el bien de los demás por encima del propio. Así vemos cómo decide, aun antes de recibir el mensaje del arcángel Gabriel, proteger la dignidad de María y evitarle todo tipo de congoja ante la posibilidad de un repudio (Cfr. Mt 1, 19).
El corazón de José está movido por el amor justo y casto que siempre busca el bien y la protección de la persona amada. En sueños recibe la revelación de un misterio que lo supera, pero lo asume. Acepta el proyecto de Dios para su vida y se abandona en Él para convertirse desde entonces en el protector de la Sagrada Familia de Nazaret. Por proteger a María, su esposa, y a Jesús, su Hijo adoptivo, se dispone a abandonar su tierra, su taller de carpintería, asume el camino a Egipto y su regreso a Nazaret. Días y noches de desvelo, al lado de María, educando y cuidando a Jesús (Cfr. Mt 1, 20-21. 24-25; 2, 13-14. 19; Lc 1, 27. 2, 4-5. 16. 22-24. 41. 48-51); comunicándole la Palabra y la fe de su pueblo. Sin duda alguna José amaba a María y a Jesús y les demostró su amor dándoles lo mejor que tenía.
Pues efectivamente «ser padre significa introducir al niño en la experiencia de la vida, en la realidad. No para retenerlo, no para encarcelarlo, no para poseerlo, sino para hacerlo capaz de elegir, de ser libre, de salir. Quizás por esta razón la tradición también le ha puesto a José, junto al apelativo de padre, el de ‘castísimo’. No es una indicación meramente afectiva, sino la síntesis de una actitud que expresa lo contrario a poseer. La castidad está en ser libres del afán de poseer en todos los ámbitos de la vida. Sólo cuando un amor es casto es un verdadero amor. El amor que quiere poseer, al final, siempre se vuelve peligroso, aprisiona, sofoca, hace infeliz. Dios mismo amó al hombre con amor casto, dejándolo libre incluso para equivocarse y ponerse en contra suya. La lógica del amor es siempre una lógica de libertad, y José fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre. Nunca se puso en el centro. Supo cómo descentrarse, para poner a María y a Jesús en el centro de su vida» (Patris corde, 7).
De allí que «San José fue el esposo de María. A cada padre de familia se le confía igualmente, mediante su propia esposa, el misterio de la mujer. Como San José, queridos padres de familia, cada uno respete y ame a su esposa, y guíe a sus hijos hacia Dios, hacia donde deben ir, con amor y con una presencia responsable» (Benedicto XVI, homilía 19 de marzo de 2009, Viaje Apostólico a Camerún y Angola).
Queridos hermanos, el amor de Dios habita en cada una de sus familias, en cada una de sus casas. Esto lo sabía muy bien San José, modelo de padre y protector de la familia. Les invitamos a abandonarse al amor de Dios, como lo hizo San José. Esta actitud humilde lo hizo capaz de cumplir a fondo la misión que el Señor le confió con respecto a María y a Jesús. Encomendemos la vida propia y la vida de cada familia a la protección de San José, para poder dar testimonio de constante entrega y generosidad, en bien de nuestra sociedad.
En la sede de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, San José, a los 19 días del mes de marzo del año 2021, solemnidad del Patriarca San José, Esposo de la Santísima Virgen María y Patrono de la Iglesia Universal.
Mons. José Manuel Garita Herrera
Obispo de Ciudad Quesada
Presidente
Mons. Daniel Francisco Blanco Méndez
Obispo Auxiliar de San José
Secretario General