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San José y el divorcio que no fue

By Pbro. Mario Montes Moraga / Biblista Abril 12, 2021

Según el Evangelio de san Mateo, José estuvo a punto de divorciarse de su esposa María, pues cuenta que, al enterarse de que ella estaba embarazada,  siendo justo  y no queriendo denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto” (Mt 1,19). Como quien dice, decidió dejar “botada” a María, pues, total, ¡aquel hijo no era suyo! Veamos el texto completo, que la Iglesia nos presenta en el Cuarto Domingo de Adviento, en el ciclo A:

La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera el oráculo del Señor, por medio del profeta: Vean que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”.

Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer (Mt 1,18-24).

 

¿Se lo dijo María?

 

Teniendo en cuenta la ley y las costumbres judías, como veremos, el embarazo de María únicamente le creaba problema a San José.  Pero ¿por qué María no le contó la verdad, si nadie le había prohibido hacerlo? ¿Por qué Dios le reveló solamente a ella lo de la concepción virginal, y no a José? ¿Dudó realmente éste de la fidelidad de su esposa? intentemos responder a esas preguntas que surgen del relato de san Mateo.

 

Compromiso (desposorio) y matrimonio

 

Según la costumbre de la época, los jóvenes se casaban a una edad muy temprana: los varones a los 17 años y las niñas a los 13.  Es decir, muy jóvenes (algo hoy inadmisible entre nosotros). Y la elección de la pareja corría por cuenta de los padres. Una vez elegidos los candidatos, se llevaba a cabo la primera fase del matrimonio, llamada en hebreo “quidushín” (“consagración”). Era un compromiso formal, y los jóvenes se consideraban ya verdaderos esposos, aunque todavía no iban a vivir juntos debido a la corta edad de la joven. Esta etapa duraba un año. Se le conocía también como “desposorios”. En esta etapa, el contrato del matrimonio había sido sellado seria y formalmente.

Luego venía la segunda fase del matrimonio, el llamado en hebreo “nissuín” (“elevación”). Era la boda propiamente dicha, celebrada con una gran fiesta, a partir de la cual comenzaban a vivir juntos (ver Mt 25,1-13). Esas costumbres no se conocen entre nosotros, pues, por lo general, los novios se comprometen en camino hacia un posible matrimonio, pero el noviazgo puede interrumpirse por un tiempo prudencial o simplemente aplazarse la boda o romper definitivamente, dependiendo de las circunstancias o situaciones de la pareja.

Pues bien,  fue entre el quidushín y el nissuín es decir, en la etapa de los desposorios, cuando según el Evangelio María quedó embarazada. Así lo especifica san Mateo: “María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. (Mt 1,18-19). Es en este momento cuando José decide abandonar a María. ¿Por qué? El evangelista dice que “porque era justo” (Mt 1,19). Pero ¿qué tiene que ver su justicia con el hecho de abandonar a su mujer?

Muchos sostienen que “justo” significa “cumplidor de la Ley”. José está convencido de que María ha cometido adulterio; y como la Ley de Moisés ordenaba que la adúltera fuera repudiada por su marido (Dt 22,20-21), José decide cumplir la Ley y abandonarla. Pero esto es inaceptable, porque la Ley de Moisés ordenaba al marido repudiar “públicamente” a la mujer (Dt 22,21),  y José decide repudiarla en secreto. Por lo tanto, no estaría cumpliendo la Ley mosaica sino faltando a ella.

Todos los intentos de explicar el por qué José quiere abandonar a María fracasan, si pensamos que José sospechaba de su infidelidad. Mucho se ha dicho sobre esto, incluso en la película o serie “Jesús de Nazareth”, que siempre vemos en Semana Santa, el actor Yorgo Voyagis, que interpreta a José, se debate entre las dudas y tiene pesadillas, en las que ve a María (interpretada magistralmente por Olivia Hussey), siendo llevada a la muerte por lapidación, por su supuesto adulterio).

Por eso actualmente los especialistas han propuesto otra explicación. Según ésta, José desde siempre conoció el misterio de María, y supo que el niño venía del Espíritu Santo. No hay ninguna razón de peso para que María, su esposa, no le hubiera contado todo y lo hubiera “puesto al corriente”. Por eso no dudó de ella, ni pensó que lo hubiera engañado. Esto se deduce perfectamente de la manera como Mateo comienza su relato.

En efecto, éste dice: “La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo” (Mt 1,18). San Mateo comienza proporcionando tres informaciones al lector: 1) que María estaba desposada o comprometida con José (ver también Lc 1,27); 2) que aún no habían convivido como esposos; 3) que ella quedó embarazada del Espíritu Santo.

Nosotros cuando leemos el texto, suponemos que José sólo conocía dos, de estas tres informaciones: la primera (que ambos estaban comprometidos), y la segunda (que no habían hecho vida íntima, como todos los esposos). Pero pensamos que desconocía la tercera (que el embarazo era del Espíritu Santo). Y ¿por qué? Si la narración enumera juntos los tres datos, y luego presenta a José analizando el dilema que surge de los tres, ¿por qué va a conocer sólo dos? Es lógico suponer que, para san Mateo, José conocía las tres informaciones, y trataba de buscar una solución para ellas.

Pero si José sabía del embarazo divino de su mujer, ¿por qué dice san Mateo que el Ángel del Señor le avisa en sueños, que el hijo de María es del Espíritu Santo? En realidad las palabras del ángel están mal traducidas. Las traducciones bíblicas suelen decir que el ángel le dijo: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,20-21).

Pero en realidad el texto griego no dice “porque”, sino “porque si bien o pues si bien”. Así, el mensaje del ángel cambia totalmente, y queda así: “José, no tengas miedo en tomar contigo a María, porque (o pues) si bien lo que ella ha concebido viene del Espíritu Santo, dará a luz a un hijo a quien tú pondrás por nombre Jesús”. En ese caso, lo que el ángel informa a José no es que el hijo viene del Espíritu Santo (cosa que ya sabía), sino que José le pondría por nombre Jesús (cosa que él desconocía). Pues bien, con estos nuevos datos, tratemos de explicar el relato de Mateo.

 

Se aclara la decisión de José

 

José y María, dos jovencitos de 17 y 13 años respectivamente, estaban comprometidos (desposados). Habían concretado la primera fase del matrimonio (el quidushín o desposorio), y esperaban pronto poder ir a vivir juntos. Pero, en ese intervalo,  María fue elegida por Dios como madre de su divino Hijo. José entonces se encontró frente a un serio problema. Él había elegido a María para que fuera su esposa y la madre de sus hijos, y ahora se da con que Dios también se ha fijado en ella, y también él la ha elegido como madre de su Hijo.

¿Cómo competir con Dios por el amor de una muchacha? No podía. Tampoco podía apropiarse de un hijo que no era suyo. Entonces, por fin se aclara la decisión de José. Como era justo, no quiso apoderarse de un hijo que no le pertenecía, ni de la mujer que Dios había elegido para iniciar su plan de salvación. Su duda, en resumen,  era sobre el papel que tenía que ejercer en todo aquello. Por eso resolvió dejarla libre del compromiso contraído, y divorciarse en secreto.

Pero en sueños el Ángel del Señor le advierte que se quede con ella (es decir, que celebre el nissuín), porque si bien el hijo que ella espera es de Dios, será él quien le pondrá el nombre de Jesús (es decir, se hará cargo de él). En otras palabras, Dios le pide que se quede junto a María, porque no sólo ella ha sido elegida, sino también él tiene una misión. Al ser de la familia de David y adoptándolo como hijo, lo transformará en descendiente del famoso rey. Y así podrá cumplirse la profecía de que Jesús será “hijo de David” (Mt 1,20).

Lamentablemente, hemos tenido una imagen triste y descolorida de José. Lo consideramos casi un pobre hombre (cuando no un viejito), manso y sufrido que, mes tras mes, debió ver crecer el vientre de su esposa, mientras por dentro lo consumía la amargura y los celos. Lo imaginamos desorientado, luchando entre la confianza y la duda, entre el amor y los celos, incapaz de comprender el misterio de la encarnación, que sólo María conocía.

Así lo presenta el escritor y dramaturgo español, Enrique Pérez Escrich (1829- 1897), en su novela muy conocida en los hogares de antaño en Costa Rica, llamada “El mártir del Gólgota”, en un juego entre lo histórico y lo novelesco, donde san José, muy anciano, llora lágrimas amargas todas las noches devorado por las dudas. Pero el José del Evangelio nunca dudó de María. Lo supo todo desde el principio. Su única duda fue si Dios lo quería o no al lado de su mujer. Y Dios le hizo saber que sí.

Hoy los cristianos hemos elevado enormemente a María, pero no a José. Los mismos estudios de mariología, dan la impresión de que ella no hubiera sido casada, que se hubiera santificado fuera del contexto matrimonial y familiar. Incluso nuestras devociones, imágenes y pinturas se centran casi exclusivamente en ella y prescinden de José. Hemos separado lo que Dios ha unido.

 

Varón modelo junto a María y Jesús

 

San José ha estado siempre en la sombra. No le hemos dado ni la importancia ni la veneración que merece, aun siendo el esposo de María y el padre adoptivo de Jesucristo. Solamente lo celebramos el 19 de marzo y el 1 de mayo. Ni siquiera en Adviento le damos un lugar preponderante, pues, como María, hubo de prepararse a recibir al Salvador del mundo. No le hemos tenido una devoción firme, pese a que, en Costa Rica, es el patrono de la república, de la capital que lleva su nombre y de la Arquidiócesis que ostenta su patronazgo.

Por eso, celebramos que este año 2021 se lo dediquemos plenamente, con justo derecho, y que lo “saquemos del cenicero”, al menos de la penumbra en la que lo hemos tenido, desde la enseñanza del Papa Francisco y de los anteriores papas, que tanto lo han querido y venerado:

Después de María, Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el Magisterio pontificio como José, su esposo. Mis predecesores han profundizado en el mensaje contenido en los pocos datos transmitidos por los Evangelios para destacar su papel central en la historia de la salvación: el beato Pío IX lo declaró “Patrono de la Iglesia Católica”, el venerable Pío XII lo presentó como “Patrono de los trabajadores” y san Juan Pablo II como “Custodio del Redentor”. El pueblo lo invoca como “Patrono de la buena muerte”… La grandeza de san José consiste en el hecho de que fue el esposo de María y el padre de Jesús… (Carta Apostólica Patris Corde, Introducción).

¡Qué mejor pareja de esposos y padres podemos tener en nuestras familias! Hoy, cuando muchas de ellas “hacen aguas”, el ejemplo de este hombre bueno y justo, puede servir de modelo, digno de imitación, de un hombre que no dejó abandonada a su esposa María y mucho menos al hijo que llevaba en sus entrañas… Asumió su responsabilidad y cumplió a cabalidad. Mucho podemos aprender de este santo, en este año dedicado a él.

 

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