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¡Guau, padre Leonel!

By Pbro. Edwin Aguiluz Milla Marzo 28, 2021

Carta abierta al Pbro. Leonel Miranda Miranda 

Estimado padre Leonel:

No tome el título como una onomatopeyización de un ladrido (primera acepción de la palabra “guau” en el Diccionario dela Lengua Española). Queriendo ser más formal que en los mensajes de WhatsApp, preferí no acudir a la expresión coloquial inglesa Wow, sino a la que registra la Real Academia Española en su Diccionario: “guau. 2. Interj[ección] u[sada] para expresar admiración o entusiasmo”. Ambos sentimientos –admiración y entusiasmo– los experimento al tener en mis manos su obra Inquietar el corazón. Textos de San Agustín.

He deseado comenzar esta carta contándole que, entre las infinitas bendiciones con que Dios me ha colmado en mi vida, estuvo la de contar como maestro, entre los grandes profesores que tuve en la Universidad Pontificia Comillas, al destacadísimo experto en historia de la Iglesia antigua y patrólogo Juan Bautista Valero, SJ (Q.D.G). Digo maestro, porque aprendí a verlo como algo más que un profesor, y a ser, yo, más que un alumno, un discípulo suyo.

Agotada la célebre compilación y versión de las cartas de san Jerónimo, del P. Ruiz Bueno, la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) decidió realizar una edición de estas totalmente nueva. La tarea se la encargó al P. Valero y se publicó justamente el año en que lo conocí en su cátedra. San Jerónimo era uno de sus “patines”, para decirlo en nuestra jerga técnica costarricense. Parecía que hubiera conocido a Jerónimo personalmente y que hubiera sido su amigo íntimo. ¡Tanto se compenetró en sus escritos, no solo como experto patrólogo, filólogo e historiador, sino, también, espiritualmente! Dice el padre Valero en la introducción al epistolario jeronimiano: “El laborioso acercamiento entre Agustín y Jerónimo es uno de los capítulos más importantes en la vida de ambos”. Sin duda, esa amistad, que comenzó con desencuentros, es realmente apasionante.

A Ud., sin duda, no tengo que explicarle, tras estas palabras introductorias, por qué me ha entusiasmado su trabajo. Pero como es una carta pública, voy a explicitarlo. Usted me ha recordado al P. Valero. Usted se declara amigo de san Agustín. Me impresionó esa manifestación. Me recordó al padre Valero en relación con su amigo Jerónimo. A ambos los comprendo, porque yo he experimentado una cercanía a personajes históricos en cuyos escritos me he sumergido, hasta llegar al afecto. Pero usted no solo es fiel al “más grande padre de la Iglesia latina”, calificación de Benedicto XVI a san Agustín que Ud. nos recuerda, sino, también, a sus hermanos en la fe, a nosotros, pues le movió también a componer esta brillante antología “proponerlo [a Agustín] como una luz en el camino espiritual”. En la introducción nos presenta brevemente a su amigo, en su esencia, porque lo conoce bien, al punto de haberlo tomado como objeto de estudio de su tesis doctoral. Y nos explica el título, que resume su propósito. En sus Confesiones, san Agustín dice: “Nos hiciste para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. Usted rescata el comentario del papa Francisco de este texto, en el que “distingue tres inquietudes que se mantuvieron vivas en Agustín y que deben mantenerse también en todos nosotros: la inquietud de la búsqueda, la inquietud el encuentro con Dios y la inquietud del amor”.

Usted agrega que su intención es “inquietar el corazón para celebrar la fe durante los tiempos litúrgicos fuertes de Adviento y Navidad, Cuaresma y Pascua, así como las fiestas y solemnidades”, brindándonos textos de san Agustín para cada uno de los días de esos tiempos y celebraciones. Le cuento, padre Leonel, qu su introducción fue suficiente para empezar a inquietarme.

Dice usted en su obra: “El texto está, fundamentalmente, inspirado en una antigua obra de F. Mayr, publicada en Viena en el siglo XVIII”. Por la tentación irresistible de acudir a las fuentes que experimenta todo historiador, le confieso, Padre, que busqué la obra. Me alegró conocer que, entre las incontables obras antiguas digitalizadas (escaneadas) por bibliotecas, fundaciones, universidades y centros de investigación disponibles hoy en línea, se encuentran los tomos 1 al 4 de la obra del padre agustino Felice Mayr, Divus Augustinus vitae spiritualis magister…, edición de 1734-1735. Sin duda, hacía falta una actualizar el esfuerzo del P. Mayr. Usted, humildemente, dice: “sin embargo, hemos ampliado los datos, introducido textos, principalmente los nuevos descubrimientos de homilías agustinianas”. Se dice rápido, pero tales acciones demandan un ingente esfuerzo y una aguda especialización. Enfrentarse a las 2 087 páginas en latín, con tipografía del siglo XVIII, de la edición del P. Mayr, y pensar en rehacer la obra adaptándola al nuevo calendario litúrgico, sin omitir incluir las festividades latinoamericanas de la Reina de los Ángeles, la Virgen María de Guadalupe y santa Rosa de Lima, son reflejo de tareas que demandan un trabajo intenso y prolongado. Pero estoy absolutamente seguro de que su esfuerzo va más allá. Además de escoger una respetada traducción de las obras de san Agustín, usted nos cuenta que algunas veces hizo su propio esfuerzo de traducción del latín, “para adaptarla mejor a nuestro lenguaje actual”. ¡Cuánto habrá “rumiado” cada uno de los textos que nos comparte! Todo ello me recordó al P. Valero en su nueva versión de las cartas de san Jerónimo.

Su libro nos ayudará a hacernos más amigos de san Agustín. Tan lejano en la historia, no lo conocimos físicamente. Pero lo que san Agustín dijo a san Jerónimo en el siguiente texto, usted nos hace comprender que lo podemos nosotros decir de él mismo: “Los libros que has compuesto utilizando la despensa del Señor, te muestran a mí casi por completo. Si por no haber visto tu semblante corporal, no te conociera, por la misma razón, tú tampoco te conocerías, pues tampoco tú lo ves. Pero si te conoces a ti mismo, no por otra razón, sino porque ves tu propia alma, también yo la veo, más que medianamente en tus escritos, en los cuales bendigo a Dios, que te hizo como eres, para ti, para mí y para todos los hermanos que leen tus obras” (carta del año 398, p. 696-697 del Epistolario de San Jerónimo, editado por el P. Valero, BAC, 1993). El texto me da pie para, también yo, bendecir a Dios por contar en nuestra Iglesia costarricense con un sabio presbítero como usted, que ha sabido cultivar tan bien los dones con los que él lo enriqueció.

Gracias, padre Leonel, por su gran esfuerzo. Por su gran servicio. Por sus muchas horas invisibles de arduo trabajo, detrás de esta obra y de su labor como profesor. Ojalá su libro llegue a tener una edición internacional, pues está a la altura de un público universal.

Un abrazo fraterno.

 

Nota: el libro del P. Leonel puede adquirirse llamando a la editorial Ruah Comunicaciones: cel. 8730 4496.

 

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