En efecto, se siembra haciendo lo que se debe “para bien”, y ahí permanece el fruto sobre lo transitorio de la rastrojera en las acciones, los gozos y sufrimientos, el trabajo y el amor…, después de “haber sido” en el pasado. En ese sentido, advierte Frankl que “yo diría que haber sido es la forma más segura del ser”. Es el fruto, la cosecha, la “huella inmortal”, el “monumento”. Todo ello nos ha de mover a ser responsables, aprovechar el tiempo al máximo, vivir plenamente la existencia.
Por lo demás, el tener en cuenta la transitoriedad esencial de la vida no nos ha de inducir al pesimismo y la pasividad sino a lo contrario, sobre la base de la responsabilidad, el optimismo y la actividad. Y, entonces, nada de lamentarse al ver cómo caen las hojas del almanaque en la papelera en blanco en vez de recogerlas en un lugar privilegiado llenas de buenas obras por las que sus hacedores se sientan realizados y felices. Aquello de las exequias: “Dichosos los muertos que mueren en el Señor porque sus obras les acompañan”.
A no perder el tiempo, pues, sino aprovecharlo siendo responsables.
“En todo momento el hombre debe decidir, para bien o para mal, cuál será el monumento de su existencia”.
Viktor E. Frankl