La Iglesia los necesita. No somos una institución de museo, sino una familia viva, y ustedes son parte esencial. Ustedes son mucho más que el futuro: son el presente de Dios. Son parte viva de la Iglesia, portadores de creatividad, sensibilidad, energía y pasión. ¡Cuánto bien hacen cuando se comprometen con la vida parroquial, cuando sirven a los demás, cuando oran con sencillez, cuando luchan por la justicia, cuando defienden la vida y el bien común!
Cuando muchos de sus amigos viven sumidos en la tristeza, el vacío o las adicciones, ustedes pueden ser esa luz (Mt 5,14) que les muestre el camino hacia Cristo. No se dejen encerrar por el egoísmo ni por la indiferencia. Sean sal de la tierra y luz del mundo en su entorno: en la familia, en la universidad, en el trabajo, en los espacios digitales, en los barrios y en la parroquia. Como dijo el Papa Francisco: “No balconeen la vida, métanse en ella”. Salgan a acompañar a quienes están desanimados (Lc 24,13-35), sirvan a los más necesitados, defiendan la vida y la dignidad humana, y sean constructores de paz.
Jóvenes, no se conformen con poco. ¡Dios los creó para cosas grandes! No tengan miedo de ir contra la corriente, no tengan miedo de dar lo mejor de ustedes, de poner sus dones al servicio del Reino, de seguir a Cristo con radicalidad. Él no quita nada, lo da todo. Él es amigo fiel, compañero de camino, fuente de sentido y alegría profunda. En Él encontrarán siempre respuestas verdaderas, aun en medio de las preguntas más complejas.
Queridos jóvenes, María, la joven de Nazaret, creyente valiente y generosa, los acompañe y los inspire. Y que Cristo Resucitado, nuestra esperanza, los fortalezca para que sigan caminando con entusiasmo, sembrando belleza, verdad y bondad por donde vayan.
Con todo mi cariño y bendición,
Mons. Bartolomé Buigues, T.C.
Obispo Diocesano de Alajuela