Su experiencia en América Latina, en particular en Perú, le permite entender las realidades sociales que enfrentan muchas comunidades en el mundo.
La pobreza, la desigualdad, la violencia y las migraciones forzadas son temas que ha tratado de abordar desde su labor pastoral y administrativa.
Esto es muy importante, porque en un tiempo donde la Iglesia busca ser más relevante y cercana, un Papa que ha vivido esas realidades aporta credibilidad y autenticidad a su mensaje.
La Iglesia necesita líderes que no solo hablen desde la teoría, sino que hayan caminado por esas mismas sendas, que hayan sentido en su piel el peso del sufrimiento y que tengan la voluntad de transformar esa realidad desde la misericordia y la justicia.
Para la Iglesia, contar con un Papa que conoce la realidad misionera también significa fortalecer su papel como protagonista en la lucha contra la pobreza, la injusticia y la exclusión.
La misión no puede limitarse a la evangelización solo en palabras, sino que debe traducirse en acciones concretas que mejoren las condiciones de vida de las personas más vulnerables.
León XIV, con su historia de vida y trabajo pastoral, puede ser ese líder que impulse a toda la Iglesia a ser más activa en el acompañamiento social y en la promoción de la justicia social, en línea con los valores del Evangelio y las enseñanzas del Papa Francisco, su predecesor.
Su liderazgo también es importante en el contexto de la renovación interna de la Iglesia, que busca afrontar los desafíos del secularismo, la pérdida de confianza y los escándalos que han afectado su imagen.
La humildad, la cercanía y el compromiso social que ha demostrado en estos días, y que ha expresado en sus discursos, son señales claras de un liderazgo que apuesta por la transparencia, la misericordia y la cercanía con los fieles.
Este estilo de liderazgo puede ayudar a la Iglesia a reconquistar la confianza de muchas personas que, en medio de un mundo cada vez más secularizado, buscan una comunidad que los escuche y los acompañe en sus necesidades espirituales y humanas.
Pero la relevancia de su liderazgo no se limita a lo interno de la Iglesia. La figura del Papa es también un símbolo de paz, justicia y diálogo en el escenario internacional.
En un mundo marcado por tensiones políticas, conflictos armados y crisis humanitarias, la voz de un líder que tiene una profunda experiencia en misión y que predica la misericordia puede ser un elemento de inspiración para promover valores de paz y cooperación entre naciones.
La Iglesia, bajo su liderazgo, puede fortalecer su papel como mediadora y defensora de los derechos humanos, promoviendo la reconciliación y la justicia social en diferentes contextos.
Este liderazgo tiene también un impacto importante en países como Costa Rica, donde la Iglesia Católica mantiene una presencia significativa en la vida social y política.
La relación entre la Iglesia y el Estado en Costa Rica siempre ha sido de colaboración y diálogo, y en estos tiempos, esa relación puede fortalecerse aún más si ambos actores trabajan de la mano en promover valores fundamentales como la justicia, la paz y la democracia.
La presencia de un Papa que claramente vive y predica estos valores puede ser un elemento motivador para que las autoridades políticas y sociales del país sigan promoviendo acciones concretas en favor del bienestar común, la protección de los derechos humanos y la promoción de una cultura de paz.
El liderazgo de León XIV, además, puede inspirar a las instituciones educativas, sociales y comunitarias en Costa Rica a fortalecer su compromiso con la justicia social y la igualdad. La Iglesia, como promotora del diálogo y la reconciliación, puede jugar un papel clave en la construcción de una sociedad más inclusiva, respetuosa y solidaria.
La colaboración entre la Iglesia y el Estado no solo será beneficiosa en términos de políticas públicas, sino que también contribuirá a fortalecer el tejido social y a promover una cultura de respeto y convivencia pacífica.
La elección de León XIV como Papa no solo significa un cambio en la figura del líder máximo de la Iglesia, sino también la oportunidad de renovar su misión en el mundo y en países como Costa Rica.
Su experiencia como misionero y su vida religiosa le confieren una autoridad moral y espiritual que puede ser un faro de esperanza en tiempos de incertidumbre.
La Iglesia necesita líderes que hayan sentido en su propia piel las dificultades de los más vulnerables, y León XIV encarna esa realidad.
Su liderazgo puede marcar una diferencia significativa en la forma en que la Iglesia se relaciona con la sociedad, promoviendo valores de justicia, paz y democracia, no solo en América Latina, sino en todo el mundo.