Cada nuevo Papa representa, en su persona, una historia particular, una cultura, una sensibilidad y un modo único de mirar al mundo. Pero en todos ellos se renueva el misterio del mismo Cristo. Es el Señor que sigue pastoreando a su Iglesia.
Agradecemos al Colegio de Cardenales que, con la guía del Espíritu Santo, eligió al nuevo Sucesor de San Pedro. Este acontecimiento no puede ser visto solo como un evento mediático o protocolar. La elección de un nuevo Papa debe sacudir nuestro corazón y hacernos recordar que somos parte del Cuerpo vivo, que peregrina en la historia y necesita pastores santos, comunidades orantes y fieles comprometidos. Cada uno de nosotros tiene un lugar en este momento eclesial. Todos estamos llamados a renovar nuestra adhesión a Cristo y a su Iglesia.
A pesar de las sombras que puedan empañar a veces la vida de la Iglesia, la luz de la fe prevalece. No se trata de una obra humana, sino de una realidad sostenida por la promesa de Cristo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella”, (Mateo 16, 18).
En este Año Jubilar de la Esperanza, renovamos nuestro compromiso de fidelidad al Magisterio, de escucha atenta al Sucesor de Pedro y de comunión con la Iglesia universal. Que nadie se quede a la orilla. La elección del Papa nos interpela, nos moviliza y nos llama a vivir nuestra fe con mayor convicción, sabiendo que somos piedras vivas de la Iglesia.
En nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestras familias, demos gracias a Dios por el Papa León XIV. Que cada rincón del mundo sepa que la Iglesia está viva, que Cristo sigue presente en medio de su pueblo, y que “la esperanza no defrauda” (Romanos, 5, 5).
Pedimos a la Virgen María, Madre de la Iglesia, que lo cubra con su manto. Que San Pedro, desde la gloria del cielo, interceda por su Sucesor. Y que cada uno de nosotros sea, a partir de hoy, más consciente de su pertenencia al misterio de comunión que es la Iglesia: una, santa, católica y apostólica.