A propósito de mi cumpleaños a comienzos de octubre, tuve la oportunidad de desplazarme desde Tucumán hasta Buenos Aires, con la intención de conocer la capital argentina y sostener varias reuniones en la Eparquía Maronita de la ciudad.
Fue el 9 de octubre, en el marco de la conmemoración de la canonización de san Charbel, cuando, tras la misa, no resistí la tentación y me dirigí al obispo con una humilde petición: ¿Podríamos visitar la majestuosa Basílica de San Carlos y María Auxiliadora? El obispo, con una sonrisa afable, asintió con entusiasmo y así comenzamos nuestra peregrinación que duró casi cinco horas.
Tomamos el autobús que nos llevó hasta la majestuosa basílica, un viaje que duró casi una hora. Al llegar, mi primera acción fue buscar alguien que pudiera enriquecer nuestra visita al permitirnos conocer el lugar en profundidad.
Afortunadamente, la Providencia divina me sonrió, ya que me topé con el párroco de la basílica, quien me solicitó un breve momento de espera mientras ubicaba a la persona adecuada para llevarnos a través de las maravillas de este majestuoso templo.
Así, una guía adecuadamente preparada y con un extraordinario sentido del humor nos acompañó y explicó cada detalle del lugar.
La basílica presenta una arquitectura impresionante. Su estilo arquitectónico es principalmente neogótico, lo que se refleja en sus altas columnas, vitrales coloridos y detalles ornamentales que adornan su interior. La fachada exterior es igualmente majestuosa, con una torre central imponente que se eleva hacia el cielo.
La historia de la basílica se remonta al siglo XIX, cuando fue construida en honor a San Carlos Borromeo y María Auxiliadora. A lo largo de los años, ha desempeñado un papel esencial en la vida religiosa de Buenos Aires, atestiguando numerosos eventos históricos.
Es un lugar de gran importancia para la comunidad católica de Argentina. Además de servir como un espacio de adoración y oración, alberga una serie de reliquias religiosas y es el lugar del bautismo del Papa Francisco, acaecido el 25 de diciembre de 1936. Recordemos que el Santo Padre fue el Arzobispo de Buenos Aires antes de convertirse en Sumo Pontífice. Incluso se conserva su acta de su bautizo con las anotaciones de todas las fechas importantes de su vida de servicio a la Iglesia.
El interior del recinto está ricamente decorado con elementos artísticos. Los vitrales de colores vibrantes representan escenas bíblicas. También hay esculturas y altares dedicados a varios santos y figuras religiosas importantes.
Uno de los hechos más notables es que la imagen de María Auxiliadora presente en la basílica fue la única escultura bendecida por Don Bosco, el fundador de la orden salesiana, y el Papa Francisco solía visitar este lugar todos los 24 de cada mes para honrar a la Virgen María, llevando consigo un ramo de flores como un gesto de devoción y gratitud.
Este gesto es el mismo que el Santo Padre hace, antes y después, de cada uno de sus viajes apostólicos frente a la antiquísima imagen de la Virgen María, Salus Populi Romani, en la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma.
El interior de la Basílica de San Carlos y María Auxiliadora es una maravilla para la vista y el espíritu. El techo está decorado de manera espectacular con una representación del cielo estrellado, lo que crea una atmósfera celestial y evoca una sensación de oración y meditación. Además, en este cielo estrellado, se pueden admirar las figuras de los apóstoles, que añaden solemnidad y espiritualidad al espacio.
La “pila bautismal” es un elemento esencial en la liturgia cristiana y se utiliza en el sacramento del bautismo, que es un rito de iniciación en muchas ramas del cristianismo. Esta pila es un recipiente generalmente hecho de piedra, mármol o metal, que contiene agua bendita. Durante el bautismo, el candidato, adulto o bebé, es sumergido en el agua o se le derrama agua sobre la cabeza, como un símbolo de purificación espiritual y renacimiento en la fe cristiana.
La pila bautismal a menudo se encuentra cerca del altar o en un área específica destinada para el sacramento. Es un lugar sagrado y simbólico donde se lleva a cabo un acto de gran significado espiritual para los creyentes cristianos. La forma y el diseño pueden variar según la tradición cristiana, pero su propósito fundamental es el mismo: facilitar la celebración del sacramento.
A menudo se considera especial porque es el lugar donde un Papa específico, como el Papa Francisco en este caso, fue bautizado en su infancia. En algunos casos, las iglesias pueden tener una pila papal que es históricamente significativa debido a su relación con un Papa o un evento religioso importante en la historia de la Iglesia Católica.
El Papa Francisco, en sus propias palabras, nos motivó la importancia de recordar la fecha de nuestro bautismo como un segundo cumpleaños espiritual.
“Renovar el compromiso, comprender mejor este don que es el bautismo y recordar el día de nuestro bautismo, qué día fui bautizado. Yo sé que algunos de vosotros los saben, otros, no; los que no lo saben, que pregunten a los parientes, a aquellas personas, a los padrinos, a las madrinas... que pregunten: «¿Cuál es la fecha de mi bautizo?». Porque el bautismo es un renacimiento y es como si fuera el segundo cumpleaños. ¿Entendido? Hacer esta tarea en casa, preguntar: «¿Cuál es la fecha de mi bautizo?»”, dijo en la audiencia general del 18 de abril del 2018. “Es como un cumpleaños, porque el bautizo nos hace renacer a la vida cristiana. Por esto os aconsejo que recordéis a vuestros hijos la fecha del bautismo, como un nuevo cumpleaños: que todos los años recuerden y den gracias a Dios por esta gracia de haberse hecho cristianos. Esta es una tarea que os aconsejo hacer”, reiteró en su homilía del 8 de enero del 2023.
Surge espontánea la pregunta: Y tú… ¿conoces la fecha de tu bautismo? Quiera Dios que valoremos cada día más, como nos pide el Papa, este sacramento fundamental de nuestra amada fe cristiana.
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