En este cuadro, la representación de María corresponde a la descripción de San Juan en el Apocalipsis: “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (cfr. Ap 12, 1). La pintura muestra a María:
Coronada con 12 estrellas: el número 12 es significativo en la Biblia, aludiendo a los 12 apóstoles y las 12 tribus de Israel. Esto otorga a la Virgen María el título de Madre del Pueblo de Dios y Madre de la Iglesia.
Vestida con un manto azul: desde la Edad Media, el azul ha sido símbolo de pureza y se ha convertido en el color asociado a la Virgen María en la mayoría de las representaciones.
Entre el cielo y la tierra: María ocupa un lugar especial entre Dios y los seres humanos.
Pisando la cabeza de la serpiente: a lo largo de la Sagrada Escritura, la serpiente simboliza el Mal. Por su virtud, la Santísima Virgen triunfa sobre el infierno y los demonios. “Satanás huye y el infierno tiembla cuando digo: Ave María”.
En el cuadro, María trabaja diligentemente para desatar los nudos de una cinta. Su rostro y sus manos reflejan ternura y paciencia, mientras se afana y permanece atenta a nuestras oraciones.
Además, su cabeza está inclinada, con un oído sintonizado en Dios y el otro escuchando nuestras súplicas. Ella, como atenta intercesora, está lista para deshacer en sus manos todos esos “nudos” que atenazan nuestra vida, privándonos de paz: nuestros problemas, preocupaciones, ansiedades y temores.. bajo su maternal protección todo encuentra solución en la perfecta voluntad de Dios.
Sobre la Virgen, una paloma blanca desciende. Es el Espíritu Santo que la acompaña y nos recuerda que Dios la eligió como Madre, tanto de Cristo como de toda la humanidad. La luz que emana de la paloma envuelve a María, recordándonos que el milagro de su maternidad divina se realizó mediante la acción del Espíritu Divino.
Una multitud de ángeles rodea a la Santísima Virgen en el cuadro. Estos seres celestiales, portadores de amor y luz, tienen la misión de protegernos y acompañarnos en nuestra vida espiritual. Dos ángeles en particular captan mi atención:
- A la izquierda de María (a la derecha del cuadro), un ángel sostiene el extremo de la cinta enredada con nudos, simbolizando nuestros pecados y dificultades. Con confianza, su mirada se dirige a la Virgen María.
- A la derecha de María, otro ángel sostiene el extremo liso de la cinta, que ya ha sido desenredada por María. Este ángel nos mira, invitándonos a confiar en ella y mostrándonos el resultado de su labor.
En el cierre de este artículo, elevo mi voz en una plegaria dirigida a Nuestra Señora, la maestra en desatar los nudos que entorpecen nuestras vidas:
Santa María, Reina, Madre de Dios y Madre nuestra, tú que aceptas con humildad la voluntad del Padre, te pedimos que desates los nudos que dificultan nuestro caminar y nos libres de las ataduras y confusiones que nuestro enemigo intenta imponernos. Por tu gracia, tu intercesión y tu ejemplo, líbranos de todo mal, Reina y Madre nuestra, para que nos unamos a Dios, lo encontremos en todas las cosas, depositemos en Él nuestros corazones y lo sirvamos siempre en nuestros hermanos. Amén.