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Nuestra Señora Desata Nudos

By Charbel El Alam, Monje de la Orden Libanesa Maronita Marzo 06, 2025

Desde hacía mucho tiempo anhelaba visitar la iglesia que acoge a la venerada imagen de Nuestra Señora que desata los nudos. Mi corazón se regocijaba al leer sobre esta devoción y, en silencio, recitaba sus oraciones, hasta que la Providencia Divina hizo realidad mi anhelo.

Aquel día, en el que emprendería un viaje a otro país, tenía que pasar por Buenos Aires, capital de la República Argentina. Estando allí sentí el impulso interior de buscar un santuario mariano antes de partir. Decidí visitar a la Virgen de Luján, conocida por su icónica catedral y la singular devoción que late en los corazones de los fieles del país. Sin embargo, debido a la falta de tiempo, le pedí a mi amigo, también sacerdote, que cambiáramos nuestros planes y visitáramos a Nuestra Señora que desata los nudos, ubicada a escasos dos kilómetros de la Eparquía de San Charbel, en la mencionada Ciudad.

Intrigado por el cambio y lleno de entusiasmo por la visita, nos encaminamos hacia dicho santuario. El sol, ahora se derramaba suavemente sobre la ciudad, envolviéndola con su cálido abrazo. Las calles bullían de vida, con personas apresuradas y vehículos que zumbaban de aquí para allá en busca de sus destinos.

Finalmente, llegamos a nuestro destino: un santuario modesto pero repleto de imágenes que representaban diversas advocaciones marianas. En la parte lateral de la iglesia, resplandecía majestuosa la imagen de Nuestra Señora que desata los nudos. En 1984, un sacerdote jesuita llamado Jorge Bergoglio, hoy el Papa Francisco, se encontraba en un viaje de estudio en Alemania y trajo consigo una postal que capturaba la esencia de esta hermosa advocación mariana.

Podemos decir, con total seguridad, que el Santo Padre fue uno de los muchos fieles inspirados por dicha representación, al punto de que así lo narra en una carta en la que conmemoró los 25 años de llegada de la imagen de la Virgen a San José del Talar, en Argentina:

“...Desde aquel día, y cada vez más, miles de peregrinos se acercaron para conocer su imagen, confiarle sus intenciones y dejar en sus tiernas manos maternas los nudos de sus vidas. Con una oración, un gesto o incluso solo una mirada de amor hacia Ella, tantos de sus hijos han encontrado paz, consuelo y fortaleza. Han renovado su fe y esperanza, reencontrándose con la Misericordia, la ternura y la cercanía de Dios” (Papa Francisco, 8 de diciembre de 2021).

Al respecto de esta apreciada devoción mariana, deseo destacar una de las reflexiones teológicas más sublimes legadas por el venerable san Ireneo de León, cuya sabiduría resuena en los corazones de los creyentes, trascendiendo el tiempo: “El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado gracias a la obediencia de María. Aquello que Eva ató por su falta de fe, María lo desató por su fe”.

Con este pensamiento en mi mente, ahí estaba yo frente a aquella sublime representación de la Madre Celestial. Su figura parecía irradiar una paz que abrazaba a todos los presentes. Me acerqué cuanto pude, permitiendo que mis ojos se perdieran en su mirada serena. En ese instante, una profunda felicidad se apoderó de mí, una sensación de alivio que solo la fe puede brindar.

En este cuadro, la representación de María corresponde a la descripción de San Juan en el Apocalipsis: “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (cfr. Ap 12, 1). La pintura muestra a María:

Coronada con 12 estrellas: el número 12 es significativo en la Biblia, aludiendo a los 12 apóstoles y las 12 tribus de Israel. Esto otorga a la Virgen María el título de Madre del Pueblo de Dios y Madre de la Iglesia.

Vestida con un manto azul: desde la Edad Media, el azul ha sido símbolo de pureza y se ha convertido en el color asociado a la Virgen María en la mayoría de las representaciones.

Entre el cielo y la tierra: María ocupa un lugar especial entre Dios y los seres humanos.

Pisando la cabeza de la serpiente: a lo largo de la Sagrada Escritura, la serpiente simboliza el Mal. Por su virtud, la Santísima Virgen triunfa sobre el infierno y los demonios. “Satanás huye y el infierno tiembla cuando digo: Ave María”.

En el cuadro, María trabaja diligentemente para desatar los nudos de una cinta. Su rostro y sus manos reflejan ternura y paciencia, mientras se afana y permanece atenta a nuestras oraciones.

Además, su cabeza está inclinada, con un oído sintonizado en Dios y el otro escuchando nuestras súplicas. Ella, como atenta intercesora, está lista para deshacer en sus manos todos esos “nudos” que atenazan nuestra vida, privándonos de paz: nuestros problemas, preocupaciones, ansiedades y temores.. bajo su maternal protección todo encuentra solución en la perfecta voluntad de Dios.

Sobre la Virgen, una paloma blanca desciende. Es el Espíritu Santo que la acompaña y nos recuerda que Dios la eligió como Madre, tanto de Cristo como de toda la humanidad. La luz que emana de la paloma envuelve a María, recordándonos que el milagro de su maternidad divina se realizó mediante la acción del Espíritu Divino.

Una multitud de ángeles rodea a la Santísima Virgen en el cuadro. Estos seres celestiales, portadores de amor y luz, tienen la misión de protegernos y acompañarnos en nuestra vida espiritual. Dos ángeles en particular captan mi atención:

- A la izquierda de María (a la derecha del cuadro), un ángel sostiene el extremo de la cinta enredada con nudos, simbolizando nuestros pecados y dificultades. Con confianza, su mirada se dirige a la Virgen María.

- A la derecha de María, otro ángel sostiene el extremo liso de la cinta, que ya ha sido desenredada por María. Este ángel nos mira, invitándonos a confiar en ella y mostrándonos el resultado de su labor.

En el cierre de este artículo, elevo mi voz en una plegaria dirigida a Nuestra Señora, la maestra en desatar los nudos que entorpecen nuestras vidas:

Santa María, Reina, Madre de Dios y Madre nuestra, tú que aceptas con humildad la voluntad del Padre, te pedimos que desates los nudos que dificultan nuestro caminar y nos libres de las ataduras y confusiones que nuestro enemigo intenta imponernos. Por tu gracia, tu intercesión y tu ejemplo, líbranos de todo mal, Reina y Madre nuestra, para que nos unamos a Dios, lo encontremos en todas las cosas, depositemos en Él nuestros corazones y lo sirvamos siempre en nuestros hermanos. Amén.

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