“Yo quiero mucho a San José. Es un hombre fuerte y de silencio. En mi escritorio tengo una imagen de San José durmiendo. Y durmiendo cuida a la Iglesia. Y cuando tengo un problema, una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de San José, para que lo sueñe”, dijo en una ocasión el Santo Padre, motivo por el cual la basílica resguarda una excepcional imagen de San José Dormido, donde los fieles pueden dejarle sus intenciones por escrito.
Sobre ella, se encuentra esta dedicación del mismo Santo Padre, fechada 23 de marzo del año en curso: “San José siempre nos ampara con su auxilio paterno. Anhelo que en esta imagen puedan dejar todas sus intenciones, con la confianza de saber que todo lo puede cerca de Jesús y de María y que su bondad iguala a su poder. No tengo dudas de que en sus sueños, él se ocupa de presentarlas a Dios. Por favor, no dejen de rezar por mí. Que Jesús los bendiga, la Virgen Santa los cuide y San José los proteja”.
La acompaña esta maravillosa oración a San José, que los invito a elevar a Dios confiados en su intercesión:
“Glorioso San José. Padre silencioso, fuerte y protector, que sostienes a tus hijos en los momentos de mayor dificultad, te pedimos que cuides con especial amor a nuestras familias, fortalezcas a nuestros enfermos y bendigas con trabajo a nuestros hogares. Hoy encomiendo a tus sueños y a tu corazón (intención particular) sabiendo que intercedes ante Dios nuestro Señor y te pido me concedas aceptar confiado su santa voluntad. San José, custodio de nuestros sueños, ¡ruega por nosotros! Amén”.
Como si fuera pequeño el regalo de encontrarme en esta basílica excepcional, Dios me permitió conocer nada menos que a Monseñor Rubén Frassia, obispo emérito de Avellaneda-Lanús, celebrando misa.
Al terminar, pedí su bendición y le pregunté si podía compartirme alguna anécdota con el Papa Francisco. La historia revela, una vez más, la personalidad cálida, humilde y el profundo compromiso con la humanidad de quien es hoy nuestro Santo Padre.
Me contó que un día, tras una reunión, Monseñor Frassia se ofreció a llevar a la curia a Monseñor Bergoglio, pero había una manifestación de personas en la calle que impedía avanzar. Entonces, el futuro Papa le pidió que lo dejara ahí para no molestar. “Insistí y le dije, yo voy a pedir permiso para pasar con el coche y dejarte allí, así me pude ir tranquilo dejándolo en su casa”, relató el obispo emérito.
Otro día tenía que celebrar una misa para migrantes en la Boca, que queda un poco lejos del centro y se fue caminando. Llegó un poco más tarde y cansado, por lo que de nuevo se ofreció a llevarlo a la casa, pero no quería, porque gustaba de caminar por la ciudad. “Como iba a llover casi lo forcé a llevarlo”, narró Monseñor Frassia.
Mi entrevistado recuerda con aprecio la preocupación del Papa, cuando era Arzobispo, por sus sacerdotes, siempre los llamaba con delicadeza para saber como estaban, atento a las dificultades que podían tener y presto a ayudarles según sus posibilidades. “Siempre quiso estar cerca de la gente y de los curas. Eso es muy lindo”, destacó.
Finalmente, Monseñor Frassia contó que estando en Roma en el 2013, orando por el cónclave, cuando fue elegido Papa Francisco, le escribió una carta felicitándolo y reiterando sus oraciones por él, cuando de repente recibió una llamada del mismísimo Papa agradeciendo el gesto y pidiendo verle. Ese encuentro en la Casa Santa Marta es algo que Monseñor nunca olvidará.
“Estuve con él y le pedí la bendición, fue un lindo encuentro, le digo vamos a acompañarlo, no está solo, es un honor para la Iglesia y para Argentina”, le dijo.
“Intercambiamos opiniones, entonces me arrodillo para pedirle la bendición (yo me había caído el año anterior y seguía mal), me dice: «cuidado con tu rodilla»; tuvo la delicadeza de pensar en mi rodilla”, recordó emocionado Monseñor.