Es una cadena de montañas que ocupa una estrecha faja costera al este del Mediterráneo; y de norte a sur, corre paralela a la costa, circundando la depresión de un valle fértil. El lugar es el Líbano: tierra sagrada, lugar de santidad, donde se ha predicado el amor al prójimo y desde la más remota antigüedad arde inextinguible la llama de la sabiduría en sus famosos cedros cantados por los profetas bíblicos. Los libaneses de hoy son de religiones y ritos diferentes, pero gran mayoría es católica maronita. La comunidad maronita debe su nombre a Marón, un santo ermitaño que se retiró a una montaña para llevar una vida de oración y ascetismo como los monjes siríacos. Su reputación era considerable y atrajo a muchos discípulos que buscaban un modelo a seguir y un guía espiritual experimentado, lo cual hizo florecer la vida religiosa y de culto. La Iglesia Maronita posee una larga y venerable tradición, así como una insustituible aportación a la Iglesia universal, especialmente a través de sus teólogos y santos.
Después de haber estado un mes en mi país natal visitando a mi familia y a mis hermanos de la Orden Libanesa Maronita, tuve la oportunidad de quedarme unos días en la Eparquía de San Charbel en Buenos Aires. Estando allá, un entrañable amigo sacerdote me mostró un conjunto de fotos muy especiales. Me devuelvo, con el corazón rebosante de una intensa emoción, a octubre del año 2005, para narrarte un suceso, ya de por sí histórico: ¿Sabías que el Papa Francisco, cuando todavía era Arzobispo de Buenos Aires, presidió una Misa en Rito Maronita? Esto sucedió justo acá en la Eparquía de San Charbel, en Buenos Aires y muchos tienen aún grabadas en su mente las imágenes radiantes y conmovedoras de aquella celebración. El papa Francisco siempre había tenido una relación muy estrecha con la comunidad libanesa a través del obispo emérito Merhé (quien entonces era cabeza de los maronitas), y solía visitarlo con frecuencia.
Me sobrecogió ver aquellas hermosas imágenes: en ellas se manifestaba la plenitud de la comunión entre nuestra Iglesia de Antioquía, prestigiosa sede apostólica, donde los fieles de Cristo recibieron por primera vez el nombre de «cristianos»; y la Iglesia Romana a través del sucesor de Pedro.
En las fotos se apreciaba al celebrante ataviado con los Ornamentos propicios para la ocasión, en primer plano la casulla, en árabe: Al-Ghaffara de color rojo, vestidura principal del ministro sagrado para la celebración de la misa. En la tradición maronita tiene la forma de una capa pluvial y suele ir ornamentada con algunos símbolos litúrgicos tanto por enfrente como por la espalda.
De igual manera, Alba, en árabe: Al- Qamis; o Al-Katune: que es una túnica blanca –o de color cercano al blanco– con el que se reviste el ministro sagrado antes de ponerse los ornamentos litúrgicos. Con ella, el Amito, en árabe: Al-mansafe:
lo que constituye un lienzo cuadrado o rectangular que cubre el alzacuello del ministro sagrado cuando se dispone a celebrar algún oficio divino. Éste se coloca sobre la espalda, detrás del cuello, y se sostiene con un amarre sobre el pecho, y lleva como adorno, un trozo de tela del color del ornamento con un bordado de cruz u otro símbolo litúrgico.
El Cíngulo, en árabe: Al-Zunnar: es un cinturón del mismo color, hechura y tela que el de la casulla y estola, y sirve para ceñir el alba y la estola del ministro sagrado. La Estola, en árabe: Al-Batrashil: que es una banda de tela, en forma de yugo, cocidas por las caídas y con un abertura para que el ministro introduzca su cabeza. Es del mismo color, tela, hechura y ornamentación que el de la casulla. Se utiliza también la Manga o manípulo, en árabe: Al-‘akmam: ornamento que el ministro sagrado se coloca en las muñecas, y es del mismo color, tela y hechura que la casulla, el cíngulo y la estola.
Los Ornamentos Litúrgicos son una profunda expresión simbólica de lo que significa el sacerdocio: un receptáculo de Jesucristo y un instrumento de Su Voluntad.
Estos gestos manifiestan la felicidad y la devoción de los que participan en esta fiesta de fe y amor, la Santa Misa que conmemora el sacrificio del Señor en la Cruz y elogia el triunfo de la Resurrección sobre la muerte y el pecado.
El Rito Maronita se caracteriza por la aspiración a la unión con Dios y se nutre profundamente de la Biblia y de la celebración Eucarística. Es comunitaria, pues los fieles participan de manera directa y activa en la liturgia, aún cuando un pilar fundamental es el uso del idioma arameo, lengua de Nuestro Señor Jesucristo, que la ensalzan en solemnidad, concentrando la atención en el sacramento. Cabe destacar que el Papa Francisco siempre ha pedido que la iglesia patriarcal conserve su rica tradición espiritual, litúrgica y teológica; tesoros que a su vez adornan a la Iglesia Universal.
La Santa Eucaristía fue celebrada en los jardines de la propiedad, dentro del contexto litúrgico de la inauguración de la residencia episcopal; en la presencia y compromiso apostólico de numerosas familias tanto libanesas como latinas. Este último hecho es de singular valor, dado que el pueblo libanés se ha dispersado por diversos lugares del mundo y el número de fieles de la diáspora no ha dejado de crecer. Esta visita, llegaba pues en un momento crucial a inflamar y consolidar los vínculos de fe y comunión entre oriente y occidente, mediante la figura del Cardenal Jorge Mario Bergoglio.
La Iglesia Maronita se ha desarrollado y difundido gradualmente en el Líbano y en varios países del mundo donde ha asumido misiones espirituales, pastorales y sociales. Ha vivido períodos de apertura y expansión a pesar de las guerras mundiales y el derrocamiento de los sistemas políticos y demográficos.
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