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Comunicar la Verdad de Cristo en una sociedad pluralista

By Pbro. Glenm Gómez A. Febrero 28, 2025

Jesús dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). Al afirmar que Él es “la verdad,” está declarando ser la revelación completa y perfecta de Dios. En otras palabras, Jesús es la encarnación de la verdad divina, mostrando quién es Dios y cuál es su voluntad para la humanidad. Esto significa que, a través de Jesús, podemos conocer la verdad sobre Dios, sobre nosotros mismos y sobre el propósito de nuestras vidas.

La Iglesia, en consecuencia, ha defendido su compromiso con la Verdad de Cristo, una verdad que considera universal y eterna. Como dijo el Papa Francisco, “la verdad encuentra su realización plena en la persona misma de Jesús, en su modo de vivir y de morir, fruto de su relación con el Padre.”[1].

Esta convicción se refleja en su doctrina, sus enseñanzas y su misión evangelizadora. El Papa Juan Pablo II abordó el tema de la verdad objetiva en su encíclica Veritatis Splendor: "El esplendor de la verdad brilla en todas las obras del Creador y, de modo particular, en el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios… La luz del rostro de Dios resplandece con toda su belleza en el rostro de Jesucristo, ‘imagen de Dios invisible’… él es ‘el camino, la verdad y la vida”.[2] Juan Pablo II defendía que la verdad objetiva es una realidad que trasciende las opiniones individuales y es inherente a la naturaleza misma de Dios y su creación.

He aquí un detalle importante: “Debido al misterioso pecado del principio, cometido por instigación de Satanás, que es “mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8, 44), el hombre es tentado continuamente a apartar su mirada del Dios vivo y verdadero y dirigirla a los ídolos (cf. 1 Ts 1, 9), cambiando “la verdad de Dios por la mentira” (Rm 1, 25); de esta manera, su capacidad para conocer la verdad queda ofuscada y debilitada su voluntad para someterse a ella. Y así, abandonándose al relativismo y al escepticismo (cf. Jn 18, 38), busca una libertad ilusoria fuera de la verdad misma.”[3]

Cuando la Iglesia plantea que las verdades que no están en Cristo son falsas, se refiere a aquellas creencias o prácticas que desvían al ser humano de su correcta relación con Dios y de la verdad revelada en Cristo. Esta perspectiva sugiere, indirectamente, que todo lo que no sea explícitamente cristiano es intrínsecamente erróneo. Además, estas verdades parciales o incompletas pueden conducir al error moral o espiritual si no están orientadas hacia la plenitud de la verdad en Cristo.

Uno de los principales retos que enfrenta la Iglesia al comunicar a Cristo al mundo con estos argumentos es el riesgo de ser percibida como excluyente o intolerante. La afirmación de que solo las verdades en Cristo son completas puede ser vista como una negación de la validez de otras ideas, creencias y prácticas religiosas. Esto puede generar resistencia y rechazo por parte de aquellos que no comparten la fe cristiana.

 

Moral secular

 

La Iglesia enfrenta el desafío de reconocer que, en el contexto actual, su voz y su opinión se encuentran entre muchas otras en el ámbito público. Esta pluralidad exige que la Iglesia actúe con un sentido renovado de responsabilidad y apertura. En lugar de considerar su perspectiva como la única válida o predominante, la Iglesia debe asumir el papel de un participante activo en un diálogo más amplio, en el que cada contribución se valora dentro de un espectro de opiniones diversas.

En este contexto, la obligación de la Iglesia es fomentar un diálogo constructivo y respetuoso, promoviendo principios que puedan resonar positivamente en un entorno plural. Debe esforzarse por encontrar puntos de convergencia y construir puentes con otros grupos y perspectivas, mientras mantiene su integridad y su mensaje central. A través de este enfoque, la Iglesia no solo preserva su relevancia, sino que también enriquece el debate público, contribuyendo a una sociedad más inclusiva y comprensiva.

Esta responsabilidad implica adaptar su comunicación y estrategias para ser escuchada y comprendida en un escenario diverso, sin perder de vista sus valores fundamentales. Al hacerlo, la Iglesia puede ejercer una influencia significativa y positiva, respetando y enriqueciendo el diálogo en el que ahora se encuentra inmersa.

 

[1] Papa Francisco , Audiencia General , 6 de octubre del 2021

[2] Veritatis Splendor, 6 de agosto de 1993, n.2

[3] Idem, n.1

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