Al repasar los primeros pasos de la Iglesia en su tarea evangelizadora, descubrimos que sus “estrategias comunicacionales” entiéndase, ese conjunto de acciones comunicativas en aras de la realización de su cometido institucional -anuncio o comunicación del Evangelio- tienen exclusivamente como fundamento a Cristo: “Id y mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias”(Lucas 10, 3-4).
“Jesús no los envía como poderosos, como dueños, jefes o cargados de leyes, normas; por el contrario, les muestra que el camino del cristiano es simplemente transformar el corazón”. [1]
Con todo, esta Iglesia naciente supo sacar partido a los pocos recursos con los que contaban, destacando entre ellos, las rutas de transporte; los viajes misioneros de los apóstoles son fieles testigos del provechoso uso de las vías de comunicación. Posteriormente, trataremos el tema de la tradición oral, y los textos escritos, puntualmente, los evangelios y el género epistolario.
Rutas de transporte
No en vano se definen las rutas de transporte terrestres, fluviales, marítimos y aéreas como vías de comunicación. Las primeras vías de comunicación terrestres fueron senderos y, con el paso del tiempo, se ampliaron y se construyeron con materiales que se conservan hasta nuestros días. Aquellos caminos estratégicos -viae- que los romanos construyeron a lo largo de todo su imperio y que se utilizaban con propósitos logísticos, primeramente, para facilitar el avance de las legiones romanas, luego se aprovecharon para fines administrativos y comerciales y, por supuesto, evangelizadores.[2]
El transporte marítimo ofrecía una serie de posibilidades, pues era mucho más rápido, efectivo y menos costoso que el traslado por vía terrestre. El barco fue el medio más utilizado tanto por las legiones, como por el comercio y la población civil. El traslado de los productos a los puertos marítimos, comunicados con estuarios y rías, daban la posibilidad de transportar también los cargamentos por vía fluvial hasta el interior de ciertas regiones. Se usaban grandes naves para cruzar los mares y otras más pequeñas (naves caudicariae) para el transporte por ríos hasta las metrópolis. “Quien domina el mar, domina todas las cosas”. (Temístocles)
Tradición Oral
Hasta donde podemos constatar, el Señor Jesús no escribió nada. Jesús predicaba permanentemente con propiedad y autoridad destacable: “Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre” (Juan 7,46).
En aquel tiempo, la tradición oral era el “medio” tradicional y popular de recoger, interpretar y trasmitir hechos y dichos. “Los alumnos rabínicos que escuchaban dichos y hechos a sus maestros, los trasmitían de memoria y de palabra a los demás sin escribir nada.” [3]
Los Evangelios, antes de ser escritos, fueron la expresión de una enseñanza oral transmitida a las comunidades cristianas.[4] Los Apóstoles, en la predicación oral, comunicaron con ejemplos e instituciones lo que habían recibido por la palabra, por la convivencia y por las obras de Cristo, o habían aprendido por la inspiración del Espíritu Santo [5], así, en los comienzos de la evangelización, que coincidieron con una civilización eminentemente oral, se recurrieron muy ampliamente a la memorización.[6]
[1] Papa Francisco, 12 de julio del 2015
[2] El principal documento escrito sobre las vías es el “Itinerarium provinciarum Antonini Augusti”, conocido como el Itinerario de Antonino, del año 280, de autor desconocido. Recoge las 372 vías más importantes desde Roma a los puntos más alejados del Imperio y las distancias entre ellas, totalizando unos 90.000 km (56.000 millas).
[3] José Barros Guede, ¿Qué es la tradición oral? - Fuente: www.revistaecclesia.com
[4] Cf. Catechesi Tradendae, n.11.
[5] Dei Verbum, n.7.
[6] Idem, 55.
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