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Vivir en soledad

By Mons. José Manuel Garita H. Junio 30, 2023

“No es difícil constatar que se está difundiendo una mentalidad que reduce la generación de la vida a una variable de los proyectos individuales o de los cónyuges. Los factores de orden económico ejercen un peso a veces determinante, contribuyendo a la fuerte disminución de la natalidad que debilita el tejido social, compromete la relación entre las generaciones y hace más incierta la mirada sobre el futuro”.

Así se nos describía, el 18 de octubre de 2014, en la Relatio Synodi, n. 57, de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, una realidad que golpea a nuestra sociedad, como lo es la poca apertura a la vida, reflejada no solo en políticas e ideologías que promueven el aborto o la eutanasia, sino también en el descenso de los nacimientos.

Revisando lo que pasa en otras latitudes, España muestra, según un estudio de soledad del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada, que 1 de cada 4 hogares tiene un solo habitante (2022). Además, desde 2012 tiene más muertes que nacimientos

Estos son solo dos datos, pero no son los únicos ni es el único país que da muestras de este tipo de sociedad que se ha venido forjando. Ese estudio refleja, entre otros aspectos, que hay una sociedad en la que casi no hay hijos que tengan hermanos, en la que las parejas son volátiles y a los adultos mayores se les mueren los amigos y cónyuges y casi no tienen hijos o nietos.

No es un secreto para nadie que nuestra sociedad es proclive a mantener el contacto social a través de las tecnologías y las redes sociales; cada vez es menos el interés en establecer relaciones cara a cara, en conversar, en tratar personalmente a los demás… Igualmente, no son pocas las familias que prefieren adoptar mascotas en lugar de adoptar niños o de tener hijos propios.

Durante muchos años se ha percibido que traer hijos al mundo era un peso, sin embargo, hoy, la mentalidad se ha volcado a mirar a nuestros ancianos como un peso ante la baja natalidad existente. Muchas sociedades hoy no saben cómo sostener a la población adulta mayor ante una baja tasa de reemplazo.

Al no tener a la persona humana en el centro del desarrollo, la misma sociedad se ha ido encargando de cerrarse las puertas. Sin niños no tendremos futuro… tendremos que repetirlo una y otra vez. Sin familias sólidas, no tendremos una sociedad que sostener.

Hay que hacer todo un cambio cultural para recuperar a la humanidad; hacer ver que casarse, tener hijos, no son obstáculos para el desarrollo de la persona. Se puede convivir con una familia, y al mismo tiempo desarrollarse profesionalmente, la cual es precisamente una de las “variables” que se manejan hoy en día. Desde luego, todo esto se logrará si se pone en práctica el amor cristiano, si se entiende, además, el principio bíblico que llamaba al hombre a no estar solo (Génesis 2, 18).

Es cierto que las autoridades gubernamentales y quienes tienen que ver con las leyes de un país, deben promover condiciones de vida digna para el desarrollo de una familia; posibilitar el acceso al trabajo, a vivienda y a muchas otras necesidades básicas. Lejos, sin embargo, se ven estas alternativas cuando más bien se privilegia una cultura de muerte.

Pidamos a Dios que nos ilumine y ayude a forjar una sociedad consciente de proteger la dignidad de la persona humana y promover la vida.

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