A lo largo de la vida nos parece que el tiempo por sí solo genera cambios o cosas nuevas. Por ejemplo solemos caer en la ilusión de que con el cambio de año nuestra vida también cambia. El cambio de año es parte de un sistema de orden del tiempo que hemos creado para ubicarnos en la historia los seres humanos, pero en sí mismo el tiempo es un continuo que no se detiene.
El cambio de año no cambia nuestras vidas o nuestras circunstancias de manera inmediata o mágica, esto es una ilusión que se desvanece los primeros días del mes de enero al ver que las cosas son bastante similares a como eran hace poco. El cambio en sí mismo se genera a partir de que cada uno de nosotros tome acción en los diferentes ámbitos de su vida.
- El cambio es empezar a tomar el Don gratuito de la vida que Dios nos da y aprovecharlo al máximo.
- El cambio es dejarnos amar por Dios de una vez por todas.
- El cambio está en sonreír a los demás.
- El cambio está en tratar con amor en los pequeños detalles a aquellos con los que vivimos.
- El cambio está en entender que estamos de paso, que la vida es corta y que cada segundo es un regalo.
- El cambio está en ese primer paso para hacer ejercicio, para alimentarse mejor, para ordenar la casa.
- El cambio es abrazar más, escuchar más, acompañar más.
- El cambio es dejar de ser lo que se tiene, y ser mas lo que se hace.
- El cambio es sospechar bien de los demás.
- El cambio definitivo es abrirse al encuentro con Jesús de Nazaret en quién todo adquiere sentido.
Es cierto que hay circunstancias que no podemos cambiar, como ciertas enfermedades, problemas a nivel laboral o familiar, pero nada nos puede quitar la libertad que Dios nos da de decidir cómo enfrentarlas y cómo vivirlas. Dos opciones o las vivimos en la derrota y el enojo, o las vivimos haciendo de ellas la mejor experiencia posible de aprendizaje y de confianza en Dios.
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