Nos conocimos el viernes 10 de junio de 2005 en un restaurante. Entró, puso su bolso en el asiento y dijo:
-Padre, he estado sintiendo un fuego en mi corazón durante toda la semana. Hay una fuerza que me empuja a salir y hablar contigo. No entiendo lo que está pasando. Me siento perdida. No entiendo dónde está la Verdad. He pensado mucho en Cristo durante todos los días de esta semana-.
Hablamos durante casi una hora, conversamos acerca de lo que cada religión ofrece a la humanidad, y de que el cristianismo no ofrece una técnica o un libro, sino una persona viva. Esta persona es Jesucristo, Emmanuel, que significa Dios está con nosotros.
Ella dijo: -¿Qué? ¿Lo llamas Dios está con nosotros?-
Dije: -Sí. Te veo asombrada-.
Ella dijo entonces:
-Envié varios correos electrónicos esta semana con el título Dios está con nosotros. No comprendo-.
Luego, recordando algo importante que le sucedió esa semana, dijo:
-El lunes fui al funeral de una amiga cristiana. Fue esa la primera vez en que entré en una iglesia católica. Había una gran paz. Me senté en la banca al final de la iglesia. Luego vi gente caminando hacia el sacerdote. Él estaba dándole “algo” a esas personas, y me dije, has lo mismo que ellos. Entonces el sacerdote puso algo en mi mano. No sabía qué era eso. Lo tomé y volví a mi lugar. Entonces cerré mis manos sobre esa cosa y cerré mis ojos, diciendo:
-Si el cristianismo es la verdad, revélamelo-.
Confundido, le dije: -¿Qué hiciste con esta “cosa”? -
Ella dijo: -Como era un recuerdo, lo tomé y lo puse en mi bolso-.
Dije: -¿Qué?-.
Ella dijo: -¿Estuvo mal lo que hice?-.
Le pregunté: -¿Sabes qué es esa cosa?-
Ella dijo: -No, dime-.
Le expliqué el misterio de la Eucaristía, y que esa “cosa” es nada menos que un pedazo de pan que se ha transformado en el cuerpo del Señor.
-No sabía que era un trozo de pan-, dijo.
Luego, recordando, dijo:
-Creo que lo tengo aún en mi bolso-.
Dije: ¿Qué? Dámelo de una vez-.
Ella abrió su bolso y me dio el Cuerpo del Señor. Mis ojos fueron abiertos (Lc 24, 31) y lo comprendí todo.
El Señor estuvo con nosotros más de una hora sin que lo supiéramos.
Su bolso era el tabernáculo y el tabernáculo estuvo en su casa durante una semana.
Le expliqué:
-Entonces estabas ardiendo por dentro, porque el Señor estaba presente contigo.
Así fue como escribiste cartas tituladas Dios está con nosotros, porque el Señor estaba contigo.
Así que sentiste un fuerte impulso para salir y hablar con el sacerdote.
Así que todos los días pensabas mucho en Jesucristo. Estuviste buscando al Señor y el Señor vino a ti. Le pediste que te revelara la Verdad y respondió. Dios lo permitió porque te ama-.
Cuando dije eso, la mujer lloró tanto y dijo: -Esto es tan grandioso que no puedo entenderlo
Esto explica por qué después de varios meses, ya no podía soportar estar separada de Jesús. Ayunó durante varios días y tomó la libre decisión de convertirse al cristianismo.
La Eucaristía está en el centro de la vida de la Iglesia. En ella, Cristo se ofrece al Padre por nosotros, haciéndonos partícipes de su mismo sacrificio, y se entrega a nosotros como pan de vida para nuestro camino por los senderos del mundo.
Encomiendo este artículo ahora a la Virgen María, "mujer eucarística". Ella, que en el Rosario nos ayuda a contemplar a Cristo con su mirada y su corazón, en la Eucaristía hace crecer a todas las comunidades en la fe y en el amor al misterio del Cuerpo y la Sangre del Señor.