Si algo hemos aprendido es que somos frágiles, que nuestra humanidad no es todopoderosa, que no hay naciones que no necesitan de otras: hemos aprendido que necesitamos unos de otros y que la única forma de salir adelante es si nos ayudamos, si colaboramos con los hermanos más vulnerables, si nos preocupamos por los problemas que les ocurren a los demás.
Nos recuerda el Papa Francisco que, hace treinta años, san Juan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo para sensibilizar al Pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias católicas y a la sociedad civil sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes los cuidan; esto lo hace precisamente en su mensaje con motivo de la XXX Jornada Mundial del Enfermo.
El Papa ha querido volcar su mirada en este mensaje a los centros de asistencia sanitaria, ha destacado que la comunidad cristiana en todo el mundo y, a través de la historia, ha abierto “posadas del buen samaritano” para acoger y curar enfermos. De esto no hay duda, la buena voluntad y el sentido de amor por el prójimo es patente en distintas obras que la Iglesia sostiene en medio de nuestra sociedad civil.
El Santo Padre nos dice que ancianos, niños y personas en estado de vulnerabilidad son los que más sufren cuando se deben tratar sus padecimientos.
Es importante, hermanos y personas de buena voluntad a quienes llega este mensaje, que pongamos atención, que nos preocupemos por el otro, que tratemos de ayudar a quienes más lo necesitan.
En esta pandemia, hemos visto cómo las sociedades más pobres no han tenido el acceso que se requiere a la vacuna contra el COVID-19. Sobre esto, el Papa ha alzado la voz en más de una oportunidad.
Es aquí cuando debemos darnos cuenta que los países con mayores posibilidades deben ayudar a los países más desprotegidos: la pandemia, como se ha demostrado, será difícil de erradicar si no se atiende a todos. La pandemia, como hemos dicho en varias ocasiones, no conoce fronteras.
El llamado que hace el Papa, si bien es a destacar la obra de instituciones sanitarias católicas, es un llamado más específicamente a la conciencia y al corazón del creyente, para mostrar nuestra sensibilidad y ayuda real a quienes lo necesitan. Desde luego, es un llamado que no excluye a las personas de buena voluntad.
“Quisiera recordar que la cercanía a los enfermos y su cuidado pastoral no sólo es tarea de algunos ministros específicamente dedicados a ello; visitar a los enfermos es una invitación que Cristo hace a todos sus discípulos. ¡Cuántos enfermos y cuántas personas ancianas viven en sus casas y esperan una visita! El ministerio de la consolación es responsabilidad de todo bautizado, consciente de la palabra de Jesús: ‘Estuve enfermo y me visitaron’ (Mt 25,36)”, decía su Santidad.