Una Iglesia sinodal es una Iglesia caminante en la fe, que es inseparable de la esperanza y la caridad, en pos de Jesús que camina hacia Jerusalén en busca de dar la vida por los suyos, para que tengan vida y la vida en abundancia (Jn 10, 10). Este lema y kerigma que nos acompaña en la misión continental desde Aparecida, el Papa Francisco no ha dejado de predicarlo desde Buenos Aires, y en Roma, con Evangelii Gaudium, Laudato Si’,Gaudete et Exultate, Querida Amazonia y Fratelli Tutti. El no espera de esta Asamblea eclesial un nuevo programa pastoral, pero sí un nuevo y fuerte impulso a la misión continental que sabemos inacabada. Él espera de esta bella iniciativa del CELAM una oportunidad para una conversión personal, pastoral, sinodal y misionera, una nueva escucha del Espíritu Santo que quiere mover a todos al encuentro personal con Cristo, en salida hacia los más pobres que tienen hambre y sed de Cristo, más que de cualquier otra cosa.
Cristo, Camino, Verdad y Vida es el horizonte insuperable de una Iglesia sinodal. El mismo Cristo vivo de ayer, hoy y siempre, (cf. Heb 13,8) que fue anunciado con pasión por los misioneros y las comunidades cristianas por cinco siglos en este Continente. Una evangelización que le dio unidad a este continente, una unidad que se fraguó en la sangre de muchos mártires. No nos olvidemos sin embargo de un hecho capital que no podemos relegar al margen de nuestra escucha sinodal. Cristo quiso ser anunciado en estas tierras de un modo singular, popular, tierno y decisivo por una mujer mestiza, graciosa, imprevisible, venida desde el cielo como un milagro, una mujer misionera pero inculturada, maestra de fe y de divina sabiduría, compasiva y atractiva, una mujer eclesial y sinodal: Nuestra Señora de Guadalupe, que en su mayor aparición en 1531 en la colina del Tepeyac, inició la corona de mil otros santuarios marianos en el continente.
Queridos participantes de esta Asamblea eclesial, una Iglesia sinodal en América Latina será mariana o no será. Esto no lo digo por mera devoción, lo digo por los hechos que imponen pensar el futuro de América Latina a la luz del camino mariano de nuestras iglesias a lo largo de los siglos. La experiencia de San Juan Diego al encontrarse con la Virgen de Guadalupe, al llevar una buena noticia al obispo Zumárraga, y en el fondo, al estar disponible para construir comunión y reconciliación, nos educa en la verdadera sinodalidad que puede renovar a la Iglesia.
Participación, comunión, misión son las tres dimensiones de una Iglesia sinodal que el Papa Francisco delineó para orientarnos en la escucha del Espíritu Santo. La participación supone despertar la fe, para que nos pongamos todos y todas en camino, que vayamos hacia Jesús, que encontremos a María junto a su Cruz, que nos congreguemos en el Cenáculo para comulgar a su cuerpo y su sangre, que salgamos a la calle para dar testimonio de su resurrección y para proclamar las maravillas de su Espíritu de Vida nueva y eterna, Vida de resucitado participada y celebrada en nuestro bautismo.
Despertar la fe, acoger el don de la comunión trinitaria en el banquete eucarístico, compartir con todos desde la caridad la gracia de ser discípulos misioneros de Jesús, yendo a los más pobres, que son tan necesitados del pan de la esperanza como del pan de cada día. Ser discípulos verdaderos significa ser misioneros pues si no tenemos ganas de transmitir a Jesús como buena noticia del Reino ya iniciado, eso significa que no lo hemos encontrado, que no lo conocemos, que no sabemos la diferencia entre ser curado de la lepra y ser curado de la incredulidad. “Tu fe te ha salvado!”
Francisco está promoviendo en su gran sueño de conversión misionera de la Iglesia. Él nos enseña desde Aparecida y Evangelii Gaudium que la fe cristiana es un don, es una inmensa gracia que se recibe con gratitud, que ningún acto de caridad se pierde, que cada esfuerzo de sinodalidad contribuye a construir caminos nuevos de participación, comunión y misión, configurando así de modo concreto el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Respondamos a su visión evangelizadora con nuestros corazones enamorados del Reino y comprometidos con la justicia y la verdad en este mundo.
Queridos hermanos y hermanas, antes de concluir, me atrevo a agregar una nota de convencimiento personal acerca de las vocaciones en una Iglesia sinodal. El Evangelio nos pide que recemos para que el Señor de la mies envíe obreros a Su mies (Mt 9,38). Escuchar al Espíritu Santo y responder comprometiéndonos significa: ¡vocación! Por eso aprovecho este momento de Asamblea para lanzar a todo el continente latinoamericano y caribeño un reto vocacional, para que nuestro camino sinodal sea de bautizados comprometidos.
Queridos amigos y amigas, desde el testimonio de la Guadalupana y de todos los santuarios marianos, desde el testimonio de los mártires conocidos y desconocidos de nuestros pueblos, desde la oración de los santos y héroes que evangelizaron a las Américas, alzo mi voz en unión de todos los pastores, para que sigamos a Cristo con profundidad en todas nuestras vocaciones bautismales, laicales, matrimoniales, sacerdotales y de vida consagrada. Este llamado vocacional lo hago ante todo en nombre de la Santísima Trinidad en la que fuimos y somos bautizados, que nos llama a la comunión fraterna y eclesial, que nos llama a una fe audaz y valiente que da testimonio de Cristo en el mundo, como laicos, como consagradas y consagrados, como sacerdotes y diáconos, para ser discípulos misioneros a todos los niveles.
Deseo compartirles que estoy personalmente muy comprometido en la promoción de un Simposio mundial sobre el sacerdocio ministerial y sobre el sacerdocio común de los fieles a celebrarse en Roma el próximo mes de febrero del 17 al 19, con miras a estimular la reflexión teológica y el compromiso vocacional con especial énfasis sobre el bautismo que es el fundamento de todas las vocaciones. Los invito a consultar el sitio web de la organización: www.communio-vocation.com donde encontrarán todos los datos del programa y la posibilidad de participar presencialmente y eventualmente on-line.
Una Iglesia sinodal está viva si tiene conciencia vocacional, es decir conciencia de responder a su Señor con fe viva, gratitud, disponibilidad, entusiasmo por el Evangelio, deseo sincero de dar la vida por algo que valga la pena. El sueño sinodal del Papa Francisco no es ideológico, ni estratégico, utópico o mediático, es más bien un sueño paterno, mariano, ecológico integral, misionero y fraterno, esperanzador para toda la humanidad. Compartamos su sueño profético desde la fe viva que tenemos en María Santísima que sabe escuchar, que sabe agradecer y sobre todo que sabe entregarse totalmente con alegría, por amor a Cristo y a su Iglesia.