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Cultura del descarte

By Mons. José Manuel Garita H. Noviembre 12, 2021

“Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del ‘descarte’ que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son ‘explotados’ sino desechos, ‘sobrantes’”. 

Así describe el Papa Francisco en Evangelii gaudium, número 53, una muy penosa realidad en la sociedad. El ser humano es visto como una cosa, como algo, no como alguien con dignidad, no como persona que tiene derechos, sino precisamente como un desecho. 

Según se ha informado, a partir de enero de 2022 entraría en vigor una nueva Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud, en la cual se incluye la vejez, para sorpresa de muchos sectores. 

No entender la vejez como una etapa de nuestras vidas, realmente nos pone de frente a una cultura de descarte que quiere quitar del camino cualquier obstáculo a lo que privilegia una visión del mundo ilusa, superficial, sin complicaciones, que solo reconoce el éxito en el poder, el tener y el placer. 

Sorpresa y asombro causa esta clasificación de ver a los adultos mayores como enfermos solo por ser adultos mayores. Sería entonces que, ¿hay que buscar cura a la vejez? ¿Se puede no llegar a la vejez? 

El ser humano ha perdido el norte de lo que es verdaderamente trascendente y cuando deberíamos alegrarnos de los avances médicos y tecnológicos que han permitido ampliar la esperanza de vida y la calidad de vida también en esta etapa de la vejez, ahora resulta que nos topamos de frente con la clasificación de una nueva enfermedad. 

Así como se ha promovido el aborto para descartar a los no nacidos, o incluso la promoción del aborto para seleccionar “productos viables”, como en muchas latitudes se ha tratado de calificar al ser humano no nacido o al bebé de semanas, seguimos entonces chocando con esta cultura que clasifica a los seres humanos en distintas categorías y ahora parece que una vida humana no es viable según la edad que se alcance. 

Del mismo modo, la eutanasia ha surgido en la sociedad como una respuesta para frenar el dolor o la enfermedad o incluso la vejez; se desprecia la vida como el don más sagrado y primer derecho que tienen los seres humanos. 

Sin perder de vista el valor trascendente de la vida, hecha para alcanzar la plenitud en su encuentro con Dios para disfrutar de la vida eterna, mientras estemos en este mundo, estamos llamados a proclamar la belleza de la vida, a defenderla, a protegerla y promoverla. 

Traigo a colación estas palabras de San Juan Pablo II en Evangelium vitae, número 81: “La vida humana, don precioso de Dios, es sagrada e inviolable, y por esto, en particular, son absolutamente inaceptables el aborto procurado y la eutanasia; la vida del hombre no sólo no debe ser suprimida, sino que debe ser protegida con todo cuidado amoroso”. 

Pidamos a Dios que ilumine a la humanidad para que podamos valorar el precioso y sagrado don de la vida en todas sus etapas. 

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