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Amor de pareja, amor de Dios

By Mons. José Francisco Ulloa Rojas Agosto 29, 2021

La familia es el resultado de la pareja de hombre y mujer que se unen por el sacramento del Matrimonio. Posiblemente hemos insistido en la pastoral familiar, más en el fruto del matrimonio, la familia con sus hijos, que su causa, que es el amor sacramental entre el hombre y la mujer. 

Quiero centrarme en esta reflexión en el amor sacramental entre hombre y mujer, como un reflejo del amor indisoluble y la unidad entre Cristo y la Iglesia, que surge del sacramento del matrimonio.

“Dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne. Este es un gran misterio, nos dice san Pablo (Ef 5,31-32).

El sacramento del matrimonio es un signo que indica la presencia de Cristo Vivo, quien actúa, a través del ministerio de la Iglesia. El sacramento del matrimonio hace realidad la presencia salvadora de Jesús. Es el compromiso que se realiza cuando los novios en un día, en una iglesia determinada y a una hora determinada, prestan su mutuo compromiso, delante de Dios y de la comunidad cristiana. Asimismo, es una historia de vida común, ya que casarse es una misión que habrá que madurar continuamente en una profunda intimidad que los esposos irán creando entre los dos cada momento y cada día. Es una experiencia que se vive al finalizar cada jornada. Todos los días han de vivir la gracia sacramental. Los esposos se podrían preguntar ¿Cómo la gracia del sacramento recibida frente al altar, puede estar presente en la vida concreta de nuestra vida matrimonial? El signo del sacramento tiene dos caras: una externa la que vemos en la ceremonia y otra misteriosa, aquello que la fe nos revela.

¿Qué ven nuestros ojos en el día de la ceremonia matrimonial? Vemos un templo con arreglos florales; vemos gente, parientes, amigos, familiares, sentimos un cierto ambiente de alegría, sonrisas en los labios y un desfile de un grupo pequeño de personas, el novio y por fin la entrada triunfal de la novia. En medio de la ceremonia presidida como testigo un sacerdote, en la que se escucha el “sí” de dos voces que confirman la realización del sacramento. Esto indica que los dos nuevos esposos atraen la atención de todos. Ellos son el centro.

¿Y qué vemos con los ojos de la fe? Si el matrimonio es un sacramento significa que, desde el momento de la ceremonia, Dios interviene de una manera nueva en la vida de la pareja con su amor salvador. Aquí comienzan los esposos a ser protagonistas de la historia de la salvación y no meros espectadores. Esta salvación de amor no termina con la venida de Cristo. Dios sigue interviniendo en el mundo y en la vida de todo cristiano, haciendo que cada uno forme parte de esa historia.

Esto sucede en el sacramento del del matrimonio, es Dios quien está interviniendo en la vida concreta de los esposos, precisamente, en la historia de quienes, frente al altar, se han entregado totalmente el uno al otro. Cristo es el centro de la historia del amor que salva. Por tanto, Cristo es el actor principal de la celebración matrimonial y se constituye centro y eje de la historia que teje la vida conyugal. De aquí se deduce que en el matrimonio no solo hay dos personas: marido y mujer, sino que está la persona de Cristo en medio de ellos.

Muchas parejas ignoran esta presencia o viven como si nada tuviese que ver con ellos. Sin embargo, Cristo es el tercero presente entre ellos, para ayudar y salvar.

Donde dos viven el matrimonio sacramental y viven el amor, allí vive Jesús en medio de ellos. ¡Cuánto pueden enriquecer la fe y la vida matrimonial, la vivencia de Jesús y el amor! Cristo vive como en un sagrario en la unión de esposo y esposa.

De esta vivencia de amor en Cristo Vivo en medio de los esposos brota la vida que Dios les concede a través de sus hijos. Es la familia que se encuentra con Cristo y vive la gracia del sacramento del matrimonio.

¡Qué bello es casarse en el Señor, por el sacramento del matrimonio! Aquí está la felicidad tan anhelada y buscada por los esposos.

Para orar juntos:

Señor Jesús, gracias por el sacramento del matrimonio y por elevar al ámbito divino nuestro amor humano. Allí comenzó nuestra empresa de amor, no solos sino contigo en medio. ¡Quédate siempre en medio de nosotros!

Que las demás familias puedan descubrirnos como un verdadero hogar feliz, porque se nota que tú, Señor Jesús, habitas entre nosotros. Amén.

 

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