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Nuestra Señora de Ilige

By Padre Charbel EL ALAM / Orden Libanesa Maronita Junio 28, 2021

En el transcurso de la historia de la Iglesia, varios concilios precedieron al Concilio Vaticano II. Por lo general, estas importantes asambleas eclesiales eran convocadas para definir elementos fundamentales de la fe y para corregir  errores que fueran en detrimento de ella. Evocamos al concilio de Nicea en el año 325, cuyo núcleo fue reafirmar con claridad la divinidad de Jesús, Hijo unigénito de Dios Padre. En el de Éfeso, año 431, se definió a María como Madre de Dios, título del que ya gozaba en la devoción popular. En el 451, la naturaleza divina y humana de Cristo constituyó el foco central en Calcedonia.

De un Concilio también brotaron los iconos marianos, y la Virgen comenzó a ser representada hierática y majestuosa; cubierta de un manto omophorion, es decir, una vestimenta distintiva usada por obispos ortodoxos y católicos orientales del rito bizantino. Era un símbolo de espiritualidad y autoridad eclesial; una banda de brocado decorada con cruces, que se colocaba alrededor del cuello y por encima de los hombros. Además la mostraban con su divino Hijo en brazos, lo cuál refiere a temas particularmente escriturísticos o relacionados con sus festividades.

De esta manera fue como surgieron las diversas advocaciones marianas de oriente, las cuales podemos organizar en cuatro grupos de iconos marianos denominados: “Madre de Dios” (Theotokos), “Ternura”, (Eleousa), “La que muestra el camino”  ( Hodigitria,) y “La Señal” (Platytera).

 

La que muestra el camino

 

Ilige en sus raíces griegas significa “valle fértil”, y en sus raíces siríacas “Valle de Dios”. Ambos términos constituyen en realidad un único significado, ya que la Santísima Virgen fue el valle fértil donde floreció el Verbo de Dios.

El icono de Nuestra Señora de Ilige, el más antiguo y representativo entre los maronitas, data del siglo X. Fue restaurado en el taller de iconografía de las Carmelitas de la Unidad. El descubrimiento de varias capas pictóricas, incluida la original, en el lienzo de Nuestra Señora de Ilige es un hecho clave en la historia de la iconografía siro-maronita.

Los datos aportados por las sucesivas reelaboraciones del cuadro, arrojaron luz sobre un período iconográfico que había permanecido en las sombras por falta de documentos.  

 

Explicación del icono

 

Nuestra Madre se presenta sentada, con el Niño Jesús en su regazo, mirando ambos hacia el frente. El omophorion luce tres estrellas: una en cada hombro y otra en su frente, las cuáles simbolizan a la Santísima Trinidad; y además representan su virginidad perpetua: antes, durante y después del parto.  Anteriormente en su corona se vislumbraban doce estrellas, como lo narra La Escritura: “Una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Ap 12,1), sin embargo éstas se desvanecieron con el paso del tiempo. Personifican a las Doce Tribus de Israel y los Doce Apóstoles.

El manto celeste simboliza su Maternidad Divina; y el vestido rojo la naturaleza humana, que Jesús mismo tomó de su Virgen Madre. El cinturón blanco en el pecho de Jesús da sentido a Su realeza, y representa a su vez la luz y la pureza, propio de las expresiones antiguas.  Su vestimenta es de color barro, lo cuál expresa que tomó la naturaleza humana de su madre. El gesto de la mano derecha de la Virgen demuestra su papel a la humanidad, mostrando a Jesús como el verdadero y único Camino.

El rostro de la Madre de Dios; de una belleza, delicadeza y ternura incomparables, la muestran expectante a recibir y acompañar a los pecadores. Sus ojos abiertos son un signo de su entrada al mundo divino; y debemos recordar que por tratarse de un icono, los ojos están siempre abiertos porque contemplan la gloria de Dios. El Divino Niño, sedente en el brazo izquierdo de la Madre, hace el gesto de bendición con su mano derecha, de manera tal que se dirige tanto a su Madre, como a los espectadores situados frente al icono. Los ojos del Niño Jesús, como los de la Madre, nos muestran la cruz salvífica, y en ellos, el  anhelo de la redención.

En tierras libanesas, por la noche, antes de acostarse, los miembros del núcleo familiar rezan en familia el Santo Rosario, cantan el popularísimo himno “Ya Ummallah” (Oh Madre de Dios...) y se hacen bendecir con el ícono de la Virgen.

En nuestro país, este icono es venerado con particular devoción, a modelo de San Charbel Makhlouf, en la Rectoría Preciosa Sangre de Cristo, las Ánimas, cuna de la Iglesia Maronita en Costa Rica, y así también deseamos que esta hermosa tradición se perpetúe con la misma confianza y devoción.

 

“Oh tierna Madre de Dios, Oh auxilio y tesoro de clemencia. Tú que eres nuestro refugio y esperanza; Oh Virgen, ruega por nosotros y ten compasión de nuestros difuntos.

Aún cuando físicamente te encuentras lejos de nosotros, Oh, Virgen Madre Nuestra, tus oraciones nos acompañan, están con nosotros y nos guardan. 

Tú que eres Madre, esperanza, orgullo y refugio nuestro; intercede ante tu Hijo, para que borre nuestros pecados por Su Misericordia.

Por la bondad de Quien te exaltó por sobre todas las criaturas, al manifestarse al mundo a través de ti como luz resplandeciente;  solicítale, para nosotros pobres pecadores, Su profusa compasión.

Oh, benévola Madre, no nos abandones; Oh plena de todas las gracias, salva a todos tus siervos, y entonces te daremos infinitas gracias por los siglos de los siglos”.  Amén.

 

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Last modified on Viernes, 02 Julio 2021 09:42

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