Es un momento colorido y lleno de piedad popular. La Negrita, subida en una hermosa carroza llena de flores, pasa por las calles adornadas con bellas alfombras de aserrín y otros elementos, confeccionadas para la ocasión, con diversos diseños y colores.
La Negrita, subida en una carroza llena de flores, pasa por las calles adornadas con alfombras de aserrín y otros elementos, confeccionadas para la ocasión, con diversos diseños y colores.
Este domingo 4 de setiembre, como todos los primeros domingos de este mes, se celebra el regreso de la Sagrada Imagen de la Patrona de Costa Rica de la Catedral Diocesana al Santuario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles, después de la Eucaristía que inicia a las 9:00 a.m., presidida por Mons. Mario Quirós, obispo de Cartago.
Se trata de un momento rico en religiosidad popular. Los fieles comienzan a confeccionar las alfombras el sábado por la noche, trabajan durante toda la madrugada en medio del frío de la Vieja Metrópoli, amigos y vecinos les ofrecen café, aguadulce y pan. Poco antes del inicio de la Misa las alfombras quedan listas.
El 3 de agosto se celebró la Pasada de la Imagen de la Basílica a la Catedral, ahora es la “vuelta” a la Basílica. En aquella ocasión los agricultores y productores de la zona acompañaron a La Negrita con yuntas, carretas, papas, cebollas, papas, fresas y demás productos de la zona.
Con una Misa y un compartir, la colonia costarricense en Bélgica celebró también a la Virgen de los Ángeles, patrona de Costa Rica, el pasado domingo 7 de agosto.
Leyenda del hallazgo de la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles
En Cartago por 1635, los mulatos vivían en la Puebla de los Pardos, barrio al oeste de la ciudad, separada ya entonces o poco después por una cruz de Caravaca que les señalaba el límite hasta donde podían llegar. A poca distancia había un breñal a donde iban los pobres a buscar leña. No lejos del árbol habitaba una pobre y sencilla mujer, cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros, mulata según parece.
Era la mañana del 2 de agosto, probablemente del año 1635. No citan las crónicas específicamente el año del suceso que en nuestro caso se sucedió antes de 1639.
Como de costumbre, la mulatilla que hemos dicho habitaba en las cercanías del breñal, se dirigió “esta mañana en busca de su leña”. Al pasar vio una piedra, representando a la Santísima Virgen María, con el niño en brazos. Emocionada, la recogió y se la llevó a su casa, guardándola dentro de un cofre viejo.
A medio día o al día siguiente volvió al breñal y al pasar junto a la piedra miró llena de asombro una imagencita igual a la que había encontrado. Llena de júbilo la recogió y tomó el camino de su casa, pensando que ya tenía dos imágenes.
Llegó a su casa e inmediatamente se dirige al cofre a sacar la otra y compararla con la nueva. Abre el cofre y nota con estupefacción que creció de pronto rayando casi en espanto, que no estaba en el cofre.
Cuando por tercera vez al volver al breñal, al otro sol, encontró la imagencita sobre la misma piedra, la tomó y la estrujó entre sus manos y corrió a su casa volando a abrir el cofre, de donde la otra se había escapado. Alármase la sencilla mujer. ¡Se turba su espíritu! ¡No comprende...! Se va donde el señor cura que según la leyenda era don Alonso Sandoval, a entregar la imagen y a exponerle los extraños casos.
El señor cura no le dio ninguna importancia a la relación de la sencilla mujer y guardó la imagen dentro de una cajita con el fin de examinarla después detenidamente.