La celebración es un momento, a juicio del obispo diocesano, de alabanza y gratitud por todo el camino recorrido, por el ministerio desde San Pedro y desde el Papa Benedicto XV (quien creó la diócesis en 1921) hasta el Papa Francisco y los obispos que han presidido la diócesis en la fe y la han guiado en la caridad.
Recordó especialmente a sus predecesores: Mons. Agustín Blessing, Mons. Carlos Alberto Wollgarten. Mons. Juan Odendhal, Mons. Alfonso Hoefer, Mons. Alfonso Coto Monge, Mons. José Francisco Ulloa y Mons. José Rafael Quirós.
“Alabanza y gratitud por todos los sacerdotes que han dado su vida por el anuncio de Cristo en nuestras tierras: los misioneros vicentinos, los recordados Bernardo y Bernardito, así como los primeros costarricenses ordenados en estas tierras: el Padre Evans y el Padre David Garro, y todos los que hasta nuestros días ponen su esfuerzo en la tarea de la evangelización”.
“Alabanza y gratitud por las religiosas, religiosos y por los laicos, verdadero ejército de Dios en la puesta en marcha de proyectos que han hecho visible y posible el Reino de Dios entre nosotros. Gracias por la actuación y los servicios, que sólo pueden apreciarse en su justo valor si se los mira dentro de los planes de Dios”.
La celebración de este Primer Centenario, según el obispo, es ocasión para palpar la identidad diocesana y la grandeza de la obra de Dios en ella.
“Es, entonces, una gracia especial, un llamamiento urgente, una ayuda sobrenatural para que nos renovemos e iniciemos con más fuerza la lucha contra el egoísmo, la mentira, la injusticia, la agresividad, con que tantas personas están buscando hoy equivocadamente su felicidad, mientras se pervierten a sí mismas y destruyen a los demás. La gracia de este día nos llama pues al compromiso y también a la esperanza”, agregó Monseñor.
“Este momento es una gracia para el obispo, el presbiterio, los fieles laicos que han construido y están construyendo esta historia de fe, de comunión y de misión, que es la Diócesis de Limón; es un llamamiento a lanzarse todavía con más vigor a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, primogénito de la creación, modelo del hombre nuevo, meta suprema de nuestras luchas y de nuestra esperanza”, concluyó.
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