Recientemente, en plataformas digitales de streaming se lanzó la docuserie titulada “El lobo de Dios”, sobre “las décadas de abusos y engaños del sacerdote mexicano Marcial Maciel, líder de los Legionarios de Cristo, quien construyó un imperio religioso mientras ocultaba sus crímenes detrás de una máscara de santidad”, según la reseña.
La producción además interpela sobre el manejo que hicieron las autoridades eclesiásticas de este caso. Al mismo tiempo, resulta inevitable pensar en hechos de abuso cometidos por miembros de la iglesia costarricense.
Un lobo con piel de oveja
Marcial Maciel nació en México en 1920. Desde joven tuvo inclinación por sacerdocio y pasó por varios seminarios, precisamente porque ya entonces presentaba problemas de disciplina y conducta.
Por otro lado, era una persona carismática, magnética, con liderazgo, capaz de manipular y engañar. A los 21 años de edad y aun sin ser ordenado sacerdote, fundó los Legionarios de Cristo.
Más tarde se ordenó sacerdote. Gracias a sus influencias familiares y amistades, así como el apoyo de la Congregación, el joven logró ser enviado a formarse a Roma. Esto le ayudó a ganar más prestigio.
Por otra parte, los Legionarios de Cristo crecían rápidamente. Esta congregación se dedica sobre todo a la formación de sacerdotes, la evangelización y la educación católica.
Pero detrás de todas las grandes obras y de la imagen que mostraba su líder, se ocultaban una serie de crímenes, pecados graves y dolor. Efectivamente, Maciel era un lobo con piel de oveja.
Delitos y encubrimientos
Ya desde la década de 1940 se registran informaciones sobre abusos sexuales cometidos por Maciel contra muchachos jóvenes, incluso menores. También hubo señalamientos sobre consumo de licor y drogas. De hecho, hubo obispos mexicanos que recibieron quejas sobre su comportamiento, pero no pasaron a más.
A partir de la década de 1990, surgieron una serie de denuncias. Las víctimas alzaron la voz y los medios de comunicación comenzaron a informar sobre testimonios de abusos sexuales.
Con el tiempo, además de los abusos sexuales, se descubrió que tenía relaciones con mujeres y hasta hijos, así como manejos deshonestos del dinero de la Congregación
No obstante, Maciel se había granjeado muchos apoyos, no solo en la iglesia mexicana sino en la Santa Sede, así logró bloquear procesos de investigación, evitar sanciones y mantenerse como líder de los Legionarios de Cristo.
Por otro lado, no fue procesado judicialmente porque entonces muchos delitos habían prescrito. Igualmente, muchos fueron cometidos en ambientes sumamente privados (por ejemplo, un seminario), por lo que era difícil presentar tiempo después pruebas de daños físicos, grabaciones, documentos o evidencia forense.
En esa época, a nivel judicial, estos casos no se manejaban de la misma manera que podría hacerse en la actualidad, es decir, con más consciencia, sensibilidad y apoyo a las víctimas.
Además, otro motivo, por el que nunca fue juzgado en un tribunal civil está relacionado con las conexiones y apoyos que Maciel tenía en el ámbito político y judicial.
En el año 2006, recién había sido elegido Papa, Benedicto XVI. Fue entonces cuando aparecieron las primeras sanciones disciplinarias directas por parte de la Iglesia: Se le prohibió ejercer el ministerio sacerdotal públicamente y se le pidió llevar una vida de penitencia. Dos años después, Marcial Maciel falleció, a causa de un infarto, en Florida, California.
Este caso causó y sigue causando una enorme herida a la imagen de la Iglesia a nivel mundial. Pero sobre todo, lo peor y más lamentable fue el daño físico, psicológico y espiritual que causó a tantas personas.
La confianza debe ser lúcida
Juan Carlos Oviedo, miembro de la Comisión Nacional de Protección a Menores y Adultos en Vulnerabilidad (Conaprome), fue consultado por Eco Católico sobre lo que consideró uno de los “eventos más dolorosos que han ocurrido a nivel eclesial”.
Particularmente, el también psicólogo, habló sobre un elemento particular del abuso de poder: la confianza ciega. Maciel se mostraba como una figura con autoridad, carismática, que pedía absoluta obediencia.
Este hombre se aprovechó justamente de su posición como sacerdote, fundador, líder, formador y demás, para aprovecharse de jóvenes que lo veían precisamente como alguien de confianza.
Oviedo señala que dentro de la Congregación había una confianza ciega en Maciel, por lo que hasta se le permitía estar a solas con menores pues nadie creía entonces que fuera capaz de cometer un crimen de ese tipo. No obstante -enfatiza- la confianza tiene que ser lúcida.
Subraya también que todas las agrupaciones eclesiales, congregaciones, asociaciones, fundaciones y demás, deben tener políticas de prevención, que apliquen para todos miembros, incluso si es el fundador y el líder. Una política de confianza lúcida que indique cómo actuar si hay sospecha de una situación de este tipo.
Oviedo expone que, aunque se trate de un líder carismático, querido por todo el mundo, no se puede caer en el error de confiar ciegamente en él, como que si fuera una persona perfecta o santa.
Respecto propiamente al documental, Oviedo señala que sirve para no olvidar hechos tan dolorosos vividos en la Iglesia. Específicamente, mencionó cómo esto golpeó a los Legionarios de Cristo, pero también que a partir de todo lo sucedido la Congregación comenzó a implementar políticas de prevención de abusos y dar cuenta de lo ocurrido para mejorar como organización.
El miembro de Conaprome reiteró el llamado a crear protocolos y a trabajar para que la Iglesia sea siempre un lugar seguro para todos.