Se espera que representantes de todas las disciplinas deportivas participen en una peregrinación que se llevará a cabo a partir de las 10 de la mañana, saliendo de las Ruinas de Cartago hacia la Basílica, donde se tiene prevista la Misa a las 11 de la mañana.
Hernán Solano, secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Deporte de la Conferencia Episcopal, señaló que se trata de una ocasión para dar gracias a Dios y pedir la intercesión de la Patrona Nacional por todos los deportistas, entrenadores y demás personas alrededor del mundo del deporte en nuestro país.
Por su parte, la marchista nacional Noelia Vargas, motivó en un video la participación en este Jubileo de los Deportistas. Afirmó que darán gracias a Dios por el don del deporte y todos los valores que promueve, como la paz y el desarrollo integral.
De muchas formas, la Iglesia ha exaltado el deporte para la convivencia humana. Los últimos Papas han estado atentos al mundo deportivo y a través de encuentros con equipos, selecciones y deportistas, han regalado importantes luces que propician una comprensión integral del deporte.
En los últimos años, este esfuerzo eclesial se ha traducido en la creación de la sección “Iglesia y deporte”, del Pontificio Consejo para los Laicos, la Familia y la Vida y del Departamento de Deporte en el Pontificio Consejo para la Cultura, que buscan fomentar la reflexión acerca de la relación entre fe cristiana y deporte, impulsar la pastoral de los deportistas y difundir los valores cristianos asociados a la práctica deportiva, pues la Iglesia “está llamada a prestar atención también a todo lo que concierne al deporte, que puede ser considerado como uno de los puntos neurálgicos de la cultura contemporánea y frontera de la nueva evangelización” (Nota de prensa con ocasión de la fundación de la oficina “Iglesia y deporte” del Pontificio Consejo para los Laicos).
Pero, ¿dónde radica el interés eclesial por el deporte? Con mucha claridad lo dice el Papa Francisco: “Los lazos entre la Iglesia y el deporte son una bella realidad que se ha ido consolidando en el tiempo, porque la comunidad eclesial ve en el deporte un válido instrumento para el crecimiento integral de la persona humana. La práctica del deporte, en efecto, estimula una sana superación de sí mismos y de los propios egoísmos, entrena el espíritu de sacrificio y, si se enfoca correctamente, favorece la lealtad en las relaciones interpersonales, la amistad y el respeto de las reglas” (Papa Francisco, Mensaje a los Delegados de los Comités Olímpicos Europeos).
También ayuda remontarnos a la célebre intervención del Papa Pío XII acerca de los cuatro fines del deporte, donde enseña que el deporte “tiene como fin próximo el educar, el desarrollar y fortificar el cuerpo en su lado estético y dinámico; como fin más remoto, el uso del cuerpo por parte del alma, así preparado para el despliegue de la vida interior y exterior de la persona; como fin aún más profundo, el de contribuir a su perfección; por último, como fin supremo, en general y común a toda forma de actividad humana, el de acercar al hombre a Dios” (Pío XII, Discurso al Congreso italiano de educación física, 1952).