Cuando Gaudí tenía 26 años de edad, en 1878, escribió el Manuscrito de Reus-Ornamentación, donde resaltaba su inquietud en cómo debía concebirse una gran iglesia. “Una auténtica declaración de principio, base para su obra religiosa”, expone Almuzara.
En ese sentido pueden mencionarse entre sus proyectos de corte religioso el Palacio Episcopal de Astorga, la iglesia de la Colonia Güell en Santa Coloma de Cervelló, el colegio de las Teresianas de Barcelona, el proyecto de las Misiones católicas de Tánger (no realizado), el retablo para la iglesia de Sant Feliu de Alella (no realizado) y el Templo expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona.
Francisco: “Un gran místico”
Sobre el proceso de conversión de Gaudí, Almuzara expone que él siempre tuvo fe, aunque su temprano éxito profesional lo distrajo de lo verdaderamente importante. “Al evocar los años de distanciamiento de la Iglesia, sumido en una profunda indiferencia, afirmaba que “el hombre sin religión es un hombre disminuido, un hombre mutilado”.
Al aceptar el encargo del proyecto y dirección de las obras del Templo expiatorio de la Sagrada Familia, en noviembre de 1883 (tenía 31 años), su vida espiritual cambió. Decía: “La vida es una batalla, para combatir se necesita fuerza y la fuerza es la virtud y ésta sólo se sostiene y aumenta con el cultivo espiritual, eso es, con las prácticas religiosas”.
Justamente, Gaudí realizó una serie de prácticas como ayuno y penitencia para asumir la tarea de la Sagrada Familia.
Al aceptar el encargo del proyecto y dirección de las obras del Templo expiatorio de la Sagrada Familia, en noviembre de 1883, la vida espiritual de Gaudí cambió para siempre.
Almuzara destaca que el Papa Francisco define a Gaudí como “un gran místico”. “Creo que era un enamorado de Cristo, dedicó su vida y obra a colaborar en la Creación Divina, puso sus dones al servicio de Dios y de los demás, decía que eso es la máxima perfección social, depuraba y mejoraba sus obras cuando así era menester”, afirma.
El arquitecto catalán Joan Jordi Bergós decía: “Llegó a vivir con una lealtad absoluta a sus arraigadas creencias religiosas, a sus elevados sentimientos cívicos y a sus depurados ideales estéticos”.
Almuzara recordó que cuando se creó la Asociación Pro Beatificación en 1992 la noticia fue muy bien recibida, pues tenía fama de “buena persona”. Sin embargo, el Arzobispado de Barcelona y la Junta Constructora de la Sagrada Familia no lo aceptaron. Fue hasta 1998, con la carta escrita por el Cardenal Ricard Maria Carles, entonces arzobispo de Barcelona, que se dio un impulso importante.
Almuzara expuso: “¿Es que alguien puede pensar –si conoce un poco detalladamente su obra– que todo aquello que uno contempla estremecido, no solamente por la grandiosidad sino también por los profundos detalles de que está repleto, haya podido ser elaborado solamente por un pensamiento frío que busca una obra llamativa o que se ha fijado en lo que puede mover a la admiración por su obra?
La Sagrada Familia
Por supuesto, la Sagrada Familia es el mayor ejemplo, calificada por el Papa Benedicto XVI como un “catecismo de piedra” y un “tratado de teología”. Gaudí sabía que no iba a ver en vida su obra terminada. De hecho, se espera que esté concluida hasta el 2033.
“Gaudí quiso unir la inspiración que le llegaba de los tres grandes libros en los que se alimentaba como hombre, como creyente y como arquitecto: el libro de la Naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro de la Liturgia. Así unió la realidad del mundo y la historia de la salvación, tal como nos es narrada en la Biblia y actualizada en la Liturgia”, explica Almuzara. “Introdujo piedras, árboles y vida humana dentro del templo, para que toda la creación convergiera en la alabanza divina, pero al mismo tiempo sacó los retablos afuera, para poner ante los hombres el misterio de Dios revelado en el nacimiento, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo”.
“De este modo -agrega Almuzara-, colaboró genialmente a la edificación de la conciencia humana anclada en el mundo, abierta a Dios, iluminada y santificada por Cristo. E hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza”.