La Hermana Cecilia sentía el deseo de volver al mundo árabe. Un día, durante un viaje, escuchó una voz que le decía: ¿Por qué no vienes a Palestina? “Era tan fuerte y tan real, era como la voz de Jesús mismo que me decía ¿Por qué no vienes a mi Tierra?”, contó la religiosa mexicana.
Esta misionera comboniana buscó una capilla de inmediato y oró. “¿Será que puedo pedir que me envíen allá?”, se preguntaba. Recordó que una vez hizo solicitud para ir a Tierra Santa y fue rechazada, pero volvió a hacer el intento nuevamente.
Llegó allá en marzo de 2023, justo antes de la celebración de la Semana Santa, por lo que aprovechó para hacer recorridos por los santos lugares por donde caminó Nuestro Señor.
Su misión se desarrollaría entre el territorio de Israel y el de Palestina. Las combonianas tienen una casa en Jerusalén del Este, Israel, cerca de ahí hay un muro que divide ambos territorios.
La Hermana Cecilia, junto a otra misionera, cruzan regularmente este muro para visitar a los pueblos beduinos dispersados en el desierto de Judea, donde Cristo ayunó 40 días y 40 noches y fue tentado por el demonio.
Atravesar el muro
La Casa está ubicada en un sitio conocido como Lazaría, la Betania bíblica. “Todos los días vamos a Misa y pasamos por la Tumba de Lázaro”, detalla.
El muro (conocido como la Barrera Israelí de Cisjordania) fue construido por el gobierno de Israel como una forma de protección contra ataques como ataques y atentados suicidas, sin embargo, este proyecto ha sido criticado por organizaciones a favor de los derechos humano, así como de abarcar territorio palestino.
Según cuenta la religiosa, durante un tiempo se permitió a los niños del lado palestino pasar el muro para continuar yendo a clases, pero con el aumento de las tensiones y el conflicto bélico ya no es posible.
Alrededor del muro -explica- siempre hay soldados israelíes y también chicos palestinos que les lanzan piedras para provocarlos, a lo que los militares responden a veces con gases lacrimógenos.
Cuando las dos misioneras cruzan el muro para ir a la parte palestina, se hospedan en un apartamento que rentan a los Hermanos Franciscanos. De esta forma, logran atender a familias cristianas de ese lado.
“Estos pueblos beduinos -comenta- fueron nómadas durante cientos de años, vienen de Arabia, vivían en estas tierras, pero con la Independencia del Estado de Israel en 1948 fueron expulsados y alejados hasta que terminaron por asentarse en el desierto de Judea”.
“Si yo pudiera hacer una lista de los más pobres, los beduinos serían los más pobres de todos, tienen acceso muy limitado a todo, a educación, salud, empleo… y todo eso ha empeorado con la guerra”, añadió.
La misionera detalla que ella y su compañera visitan un total de 12 aldeas y cada día atienden entre tres y cuatro. La congregación tiene cinco guarderías en medio del desierto y van a brindar apoyo a las encargadas.
Por las tardes, suelen dar clases de bordado beduino a mujeres, con el objetivo de mantener esa rica tradición artística y cultural, así como para generarles un apoyo económico.
No se trata solo de una barrera física, se trata de cruzar barreras culturales y lingüísticas (las misioneras se comunican normalmente en arabe, español, inglés e italiano), de hacer encuentros interreligiosos y compartir.
La hermana cuenta que anteriormente iban maestras a enseñar hebreo a los jóvenes palestinos, para que así pudieran conseguir trabajo más fácilmente en Israel, no obstante, a causa de la guerra esto ya no es posible.
“Nos pasamos casi todo el día en el desierto, a más de 40 grados. Hay muchos niños que no han ido a la escuela, porque los centros están cerrados a causa del conflicto. Este año hicimos 12 campamentos, el próximo año queremos que más jóvenes participen. Los niños se alegran mucho porque durante dos semanas vinieron personas a compartir con ellos”, comentó.
La Hermana Cecilia, de hecho, invitó a los jóvenes costarricenses a hacer esta experiencia de misión y, de paso, aprovechar para conocer lugares santos, para lo cual tendrían que ponerse en contacto con los Misioneros Combonianos de Costa Rica.
Signo de esperanza
Al ver la aridez del desierto, las misioneras combonianas pensaron en la Encíclica Laudato Si´ del Papa Francisco. Decidieron organizar una campaña para plantar 500 buganvilias y 500 limones.
Las familias participaron y, a pesar de que en el desierto no hay agua, las han cuidado de tal manera que el desierto florece. En medio de la arena y el azul intenso del cielo, hay buganvilias de variados colores. Ahora, la gente quiere sembrar 500 olivos.
“Los humildes heredarán la tierra (Mt. 5:5) y si hay gente humilde son los beduinos, con plantar un árbol de olivo pueden recibir la bienaventuranza”, añadió la hermana Cecilia.
La misionera expone que las personas no solo viven con el miedo a un ataque, sino también con el de un desalojo y una demolición, todo esto agravado con la situación de guerra que se vive. “Nuestra labor es invitar a todos al banquete, estamos comprometidos a que incluso los beduinos encuentren su lugar en la mesa de la justicia fraternidad e inclusión”, señaló la religiosa.
“María, hija de esta tierra, nos enseña a permanecer ante un pueblo crucificado”, exclamó. Al mismo tiempo, reiteró su invitación a otros a hacer misión: “Aquí nació el Domund, cuando el Señor dijo: “Id y haced discípulos a todas las naciones” (Mt. 28:19-20).
La hermana Cecilia es una religiosa que ha vivido 34 años fuera de su país. Su primera misión fue en Italia, se formó como comunicadora en Estados Unidos, aprendió la lengua árabe en Egipto y trabajó en Sudán y, posteriormente, en Sudan del Sur. También ha servido en Guatemala y actualmente se encuentra en Tierra Santa.
