Se trata de Fernando Vázquez Vargas y de Daniel Enrique Ulate Conejo. Ambos serán ordenados presbíteros este lunes 4 de noviembre, a las 6:00 p.m. en la Catedral San Carlos Borromeo, en Ciudad Quesada.
Mons. José Manuel Garita Herrera, obispo diocesano, impondrá sus manos sobre estos jóvenes y rezará la oración consecratoria. El prelado, pidió orar por estos muchachos, así como por la santificación de los presbíteros y las vocaciones al ministerio sacerdotal.
Tanto Fernando como Daniel fueron ordenados diáconos el pasado 6 de abril. Ahora se preparan para recibir la Ordenación Presbiteral este 4 de noviembre, día del Patrono de la Diócesis, San Carlos Borromeo.
Fernando Vázquez Vargas
Edad: 29 años
Parroquia de origen: San Antonio de Padua, Pital
Lema Vocacional: “Muéstrate siempre alegre, pero que tu sonrisa sea sincera” (Don Bosco).
Nació en Nicaragua, departamento de Matagalpa, Nicaragua, y es de origen campesino. A sus 18 años de edad, un diácono lo invitó al seminario, pero él se negó porque tenía una novia y su ilusión era casarse. No obstante, aquello caló en su corazón y descubrió un amor diferente que lo llevó a aventurarse.
Con un corazón arriesgado, sin saber cuál era el motivo, ingresó al seminario menor San Luis Gonzaga, en Matagalpa. Allí descubrió una vida diferente que llenaba su inquietud. Se enamoró del sacerdocio.
Sobre su exilio, comenta que esto se convirtió en parte del llamado de Dios, pues aunque por un momento perdía las esperanzas de continuar su formación, “el Buen Padre Dios cuando quiere algo para Él, lo sigue, lo persigue hasta que lo consigue”, dice.
Daniel Enrique Ulate Conejo
Edad: 34 años
Parroquia origen: San José de Aguas Zarcas
Lema: “Me llamó por su gracia”. (Gal 1,15)
Daniel comenta que fue un camino largo, pero que la inquietud vocacional inició después de la Jornada Mundial de la Juventud, en España en 2011. “A finales de ese mismo año, dado que no entendía lo que sentía, empecé a preguntar sobre los procesos vocacionales, y los realicé en el 2012. No fue sino hasta el año 2014 en el que, después de muchas dudas y discernimiento, ingresé al Seminario Introductorio” recordó.
La experiencia fue enriquecedora, “cada etapa tiene su belleza”, mencionó. Asimismo, contó que estuvo fuera del proceso formativo durante dos años, los cuales afirma que también fueron muy valiosos.
“Vivir unos años la formación del Seminario y luego retornar al mercado laboral me ayudó a fortalecer la opción vocacional, significó reconocer que en todas partes hay bondad, pero que el llamado de Dios a un camino específico seguía vigente”, explicó.