En su corazón, este nuevo diácono lleva el amor del pueblo de Limón y asegura que en su proceso vocacional ha sentido todo su apoyo y cariño. “En el 2018 se me pidió que detuviera mi proceso, considero que estar fuera del Seminario me permitió trabajar, forjar buenas amistades y madurar en mi vocación”, asegura. Desde su reingreso, explica, todo fue gracia que le permitió amar más la opción de vida a la que Dios lo llamó.
En su camino con miras al sacerdocio confirma que san Juan María Vianney ha sido su santo de camino, pero por ser de la Parroquia de Guápiles le tiene también mucha vocación al Sagrado Corazón de Jesús: “De rodillas muchas veces le he dicho al Señor que Él sea el que me ayude a tener un corazón humilde”.
Su familia fue clave en su decisión de seguir a Cristo. “Siempre tuve el apoyo de toda mi familia, ellos han sido pilares en mi camino”, afirma.
Igualmente, el testimonio y la dirección espiritual de algunos sacerdotes diocesanos, como el Padre Eduardo Ramírez, quien siendo párroco en Guápiles fomentó el servicio de los monaguillos al que ingresó Luis con 12 años, de ahí pasó a la Pastoral Juvenil y a la catequesis de confirmación.
“Tengo que agradecer tanto al Padre Eduardo como al Padre Luis Alberto Aguilar, quienes me apoyaron para responder a la llamada que Dios me ha hecho, siempre han estado presente en mis momentos bonitos, pero también en los difíciles”, explica el nuevo diácono.
Luis destaca que en Limón hay un laicado comprometido que se gasta y desgasta por el pueblo. “Ellos y ellas nos ayudan a enfrentar los muchos retos que tenemos en la diócesis”, agrega.
Finalmente, sobre su obispo, el joven destaca su vocación de pastor y el apoyo que ha recibido de su parte durante todo su proceso formativo. “Ha sido muy valioso”, concluye.