Su respuesta al llamado del Señor ocurrió de manera gradual, sin embargo hubo dos momentos sumamente importantes en su camino, un retiro espiritual y un Campamento Juvenil Católico, en los que participó cuando era adolescente.
A partir de entonces, Andrés sentía una satisfacción diferente a la que sentía en otras actividades artísticas y deportivas en las que participaba, según comentó. Conforme crecía en el servicio eclesial experimentaba regocijo y plenitud. “En términos de discernimiento ignaciano, vivía el consuelo y la paz dinámica que no encontraba en otro lugar”, expresó.
Ya en la universidad, Andrés comenzó a cuestionarse con más fuerza qué camino debía tomar e inició un proceso de discernimiento para descubrir si el llamado era al matrimonio, al sacerdocio, a la vida religiosa… Hasta que en 2014 optó definitivamente por ingresar al Seminario.
Andrés agrega que su vocación es fruto de la oración y del testimonio de muchas personas, “quienes me llevan ser consciente de la responsabilidad a lo que Dios me llama, a tomar la cruz y seguirlo”. Asimismo, subraya que no se trata de realización personal, sino de un llamado al servicio, que espera responder con mucha alegría.
“Quiero entregar de forma sincera y libre mi vida por Cristo, y aún en medio de mis limitaciones, virtudes y defectos, me apasiona poder vivir la Buena Noticia de Jesús: “Ámense unos a otros como yo los he amado” (Jn 15,12) o “amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5,43–44).