La fiesta fue instituida en 1955 por el Venerable Papa Pío XII, ante un grupo de obreros reunidos en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.
El Santo Padre pidió en esa oportunidad que “el humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual, sea también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias”.
Pío XII quiso también que el Custodio de la Sagrada Familia “sea, para todos los obreros del mundo, especial protector ante Dios, y escudo para la tutela y defensa en las penalidades y en los riesgos del trabajo”.
El Martirologio romano dice que San José Obrero, siendo un humilde carpintero de Nazareth, proveyó con su esfuerzo y trabajo a las necesidades de Jesús y María, e inició al Hijo de Dios, a trabajar entre los hombres.
El legado de San José Obrero nos habla de dignidad, silencio y trabajo. La primera virtud que podemos destacar de este santo es el silencio. San José Obrero, pese a sus inseguridades personales, supo reconocer y aceptar, a través del mismo silencio, el Plan que Dios tenía para él. Bajo el esfuerzo del trabajo, supo elegir el fiel cumplimiento de sus deberes, por sus inclinaciones o preferencias. Este silencio invita a los trabajadores actuales a comprender para qué hacen lo que hacen y a generar conciencia sobre cuál es el rol que ocupan en la actualidad.
Un segundo valor que San José nos dejo es la dignidad, es decir el trabajo que dignifica. San Juan Pablo II, en su encíclica a los trabajadores Laborem exercens decía: “Mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido ‘se hace más hombre’”.
El Esposo de María, pese a tener una profesión poco valorada para la época (en el Evangelio se puede resaltar cuando Jesús predicaba en la Sinagoga y decían “¿no es éste el hijo del carpintero?”), no dejó de hacer valer el trabajo que él mismo le enseñó a su propio hijo. San José Obrero nos enseña que hay que poner todo el empeño y honor en aprovechar y desarrollar, por medio del trabajo, los talentos que hemos recibido de Dios. El trabajo, es un elemento fundamental de la dignidad de la persona y, con su vida, el padre adoptivo de Jesús lo practicó y enseñó.
San José obrero trabajó siempre por el sustento y la seguridad de su familia. Imaginemos el camino que se habrá tenido que abrir en Egipto, sin familia, sin apoyo de conocidos, extranjeros talvez víctimas de prejuicio y discriminación. En ese contexto, el trabajo de José era la única arma que tenían para subsistir.
Cuando el desánimo y la dificultad aparecen, San José es un gran ejemplo de tenacidad y trabajo arduo en todo momento por el bien de los que se ama. El santo protector de los trabajadores es modelo además de cuantos deben trabajar con el sudor de su frente, de tener la gracia de considerar el trabajo como expiación y, sobre todo, de trabajar con agradecimiento y alegría.
Hombre prudente, que se no apegó a las seguridades humanas, San José Obrero nos enseña finalmente, a trabajar con tranquilidad, moderación y paciencia sin que atemoricen el cansancio y las dificultades diarias terrenales.