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“El Concilio recuperó las formas celebrativas más antiguas”

By Noviembre 04, 2022
El Pbro. Manuel Rojas es el secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Liturgia de la Conferencia Episcopal. El Pbro. Manuel Rojas es el secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Liturgia de la Conferencia Episcopal.

Antes del Concilio Vaticano II, la Santa Eucaristía se celebraba en latín, con el sacerdote de frente al altar (o según la perspectiva, de espaldas a la asamblea). Estas son solo dos de las características más mencionadas del rito preconciliar, que hasta entonces no había sido modificado de manera sustancial durante unos 400 años.

Lejos de la idea de los grupos conocidos como tradicionalistas, la reforma litúrgica no creó nada nuevo, al contrario, buscó volver a las raíces de la tradición de la Iglesia, según comenta el Pbro. Manuel Rojas, secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Liturgia.

Una de las cuatro constituciones emanadas del Concilio Vaticano II fue Sacrosanctum Concilium, promulgada el 4 de diciembre de 1963, enfocada en el ámbito litúrgico, publicada con el objetivo de acrecentar la vida cristiana entre los fieles y adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio.

Respecto propiamente a la Misa en Latín, el Padre Rojas expone que el ritual viene del Siglo XVI, afirma que siendo generosos los orígenes estarían en el Siglo XII. “Las formas celebrativas más antiguas, las que se usaron en los primeros siglos, más cercanas a la época apostólica, son las que el Concilio Vaticano II quiso recuperar”, señaló.

Esto “no como un simple arqueologismo”, sino para tomar los elementos fundamentales de la liturgia antigua y analizar cómo vivirlos en la actualidad.

Por otro lado, si la Iglesia es el cuerpo de Cristo, donde el Señor es la cabeza y los fieles sus diferentes miembros, pues todos deben actuar de manera conjunta para que funcione, no se trata solo del trabajo de algunos que han sido llamados para un servicio particular.

El especialista expone que se quería hacer a los laicos partícipes en la celebración, no para que fuera más entretenido o popular, sino para acrecentar la comunión. No es una representación, es el Cuerpo del Señor, Cristo mismo, Su presencia real que actúa en ese momento.

“¿Por qué no celebrar en latín sino en lengua vernácula? Porque estaríamos privando a los fieles de actuar, estaríamos cortando la dinámica de Cuerpo de Cristo propia de la liturgia. ¿Por qué no celebrar de cara al altar (retablo) sino de cara a los fieles? Porque si los fieles son el Cuerpo de Cristo cuando celebro de cara a ellos celebro de cara a Jesucristo”, detalla el Padre Rojas.

De nuevo, no adquiere un sentido nuevo, simplemente retoma el sentido que los apóstoles le daban a la liturgia y que se había ido perdiendo con el paso de los siglos. Se mantuvo la esencia.

 

A los orígenes de la liturgia

 

“A la liturgia se le fue pegando el polvo de la historia, había cosas que se hacían para responder a cuestiones específicas de una época y un lugar, estuvo bien en su momento, lo que no estuvo bien fue que se mantuvieran”, mencionó el liturgista.

Como ejemplo, podría citarse el uso que se hacía antes de las llamadas casullas de guitarra, estas contenían dibujos con imágenes sagradas, como el sacerdote estaba de espalda y los fieles no entendían latín, estos las miraban para no distraerse de lo que se celebraba.

De hecho, si se remite a los primeros días del cristianismo no existían los rituales tal y como se practican hoy en día. Esto no quiere decir que no se llevaran a cabo ciertos pasos, como una lectura, una oración de acción de gracias, entre otros.

La Tradición Apostólica (Siglo III) y la Apología de San Justino (Siglo II) brindan algunas indicaciones utilizadas de manera general. Conforme el cristianismo comenzó a crecer y se hizo necesario establecer ritos. Por ejemplo, explica el Padre Rojas, para evitar malinterpretaciones o imprecisiones doctrinales se elaboraron oraciones,  así la persona que presidía la celebración prevenía cualquier error en ese sentido.

Los ritos comenzaron a nacer y hacerse conforme a la cultura o las sensibilidades particulares, lo importante era que la comunidad participara.

“Cuando decimos que tenemos que recuperar la liturgia de la época antigua no nos referimos a sacar las mismas oraciones, no. Se trata de recuperar esa conciencia de que lo importante es que toda la Asamblea ore y se sienta identificada con las oraciones que hace”, expresó.

La Iglesia también retomó aspectos relevante de los primeros cristianos, como el catecumenado de los adultos, los procesos para el Bautismo en el caso de los niños y un aspecto en el que el Padre Manuel hace especial énfasis: el Sacramento de la Reconciliación

Justamente, la Constitución Sacrosanctum Concilium dice: “Revísese el rito y las fórmulas de la penitencia de manera que expresen más claramente la naturaleza y efecto del Sacramento.

El sacerdote expone que anteriormente se tenía una visión “jurídica”, como si se tratara de un juicio, es decir, “el pecador va a acusarse de los males que había cometido”.

Nuevamente el liturgista vuelve a la época apostólica, entonces, la penitencia (aun con ese nombre) consistía en un proceso para que la persona (que se había convertido en cristiano y había llevado el catecumenado) pudiera recuperar aquellos valores de la fe que había perdido.

Aun hoy muchas personas entienden la penitencia como ir a confesar sus pecados y recibir el perdón. Pero el Sacramento de la Reconciliación, como prefiere llamarlo el Padre Manuel, “es decirle a Dios estas son las áreas de mi vida en las que me cuesta vivir como cristiano, decir: “Me cuesta el perdón, la oración, la fidelidad, la pureza, la sobriedad”... En vez de: “Me equivoqué en esto y merezco un castigo”.

De hecho, con el Concilio Vaticano II se establecieron 10 pasos, de los cuales solo uno tiene que ver con decir los pecados, “porque lo importante es sentirse acogido por Dios”.

“Nos falta entender que los ritos establecidos son procesos para lograr el verdadero cometido de cada uno de los Sacramentos”, señaló el sacerdote.

Consultado sobre qué hace falta del Concilio, el Padre Manuel se atreve a decir que todo. Pues considera que más que la Misa en español con el sacerdote de cara al pueblo, más que los elementos externos, lo que se necesita es un cambio de mentalidad.

 

Danny Solano Gómez

Periodista, licenciado en Producción de Medios, especializado en temas de fe católica, trabaja en el Eco Católico desde el año 2009.

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