Ante ello, el obispo convoca, primero, a la oración del Pueblo de Dios, además, a estrechar los lazos de comunión "y la mejor disposición a aportar positivamente a la experiencia que inicia". Igualmente, establece la creación de un Equipo Diocesano para el Diaconado Permanente que coordinará lo relativo a las metas o etapas que tendrá el proceso de discernimiento vocacional, formación integral y acompañamiento del ministerio y vida de los diáconos permanentes.
Y finalmente pide que se generen las catequesis, reflexiones y todo aquello que ayude a sensibilizar a la comunidad diocesana sonre el perfil, vocación y misión de los diáconos permanentes, "a fin de que broten vocaciones nacidas del discernimiento comunitario, sean acompañadas en su proceso integral de formación hasta su incorporación a través del Sacramento del Orden y posterior misión evangelizadora".
¿Qué es el diaconado permanente?
Al sacramento del Orden pertenece el episcopado, el presbiterado y el diaconado. El diaconado es, por tanto, el grado inferior del ministerio ordenado. Mediante la ordenación diaconal se entra a formar parte del clero y se recibe una misión y potestad eclesial, configurando al ordenado con Cristo servidor. El diácono permanente se incardina en una diócesis, y de su obispo recibe su misión según las necesidades que éste considere.
El diaconado es una vocación, es llamada de Dios concreta y particular que éste hace a algunos de los miembros de la Iglesia a configurarse sacramentalmente con Cristo Siervo, consagrando su vida entera al servicio de Dios y su Iglesia.
La vocación al diaconado permanente es distinta de la del presbítero. Tanto uno como otro tienen su función en la Iglesia. Todos los miembros del Pueblo de Dios están llamados a la santidad y al apostolado: los sacerdotes, los diáconos, los miembros de la vida consagrada y los fieles laicos; a su vez, todos participan en la misión de la Iglesia con carismas y ministerios diversos y complementarios.
El diácono contempla su triple ministerio al servicio de la Palabra, la Caridad y la Liturgia. Sus funciones se mueven en estos tres campos. Entre sus funciones litúrgicas, quizás las más visibles, están: asistir durante las funciones litúrgicas al obispo y presbítero, administrar solemnemente el bautismo, ser ministro ordinario de la comunión y exposición, presidir la celebración del matrimonio, administrar sacramentales, presidir los ritos fúnebres y sepulcrales, dirigir la celebración de la Palabra de Dios, leer a los fieles los divinos libros de la Escritura, instruir y animar al pueblo (pueden dirigir la homilía) y presidir otros oficios del culto y oraciones.
Los candidatos al presbiterado, previamente a la ordenación sacerdotal, también reciben el diaconado. Se les suele llamar diáconos “transitorios”. Se trata del mismo sacramento que los que lo reciben en grado permanente. La celebración litúrgica es exactamente igual y su potestad y funciones a realizar son también idénticas.
El diaconado permanente puede ser recibido por varones célibes o casados. Incluso lo pueden recibir miembros de institutos de vida consagrada. Si lo reciben célibes han de permanecer así durante toda su vida. Si el que lo recibe es casado no podrá volver a casarse si enviuda.
El diácono permanente, casado o célibe, suele sustentarse de su trabajo civil. Sólo en caso de que su obispo le pida dedicarse a tiempo completo al ministerio en la diócesis recibe remuneración.
Un diácono permanente casado es un esposo como los demás. Su vida matrimonial y familiar debe ser como la de cualquier esposo cristiano. Dada la incidencia en la vida del diácono de este sacramento, la esposa tiene un papel fundamental de apoyo y debe dar permiso expreso para la ordenación. Sin su permiso no se admite dicha ordenación, y aún siquiera el inicio del proceso formativo.
Fuente: Arquidiócesis de Burgos, España.