“Llegó un momento en el que toqué fondo y vi que unas amigas estaban haciendo un campamento juvenil, era el grupo de jóvenes al que yo pertenecía antes, es un grupo ecuménico entonces había católicos y evangélicos, pedí incorporarme y aceptaron a pesar de que ya no tenía la edad”.
En ese campamento, fue cuando Stephanny tuvo un encuentro con Dios. “Sentía miedo y vergüenza de regresar a la Iglesia, porque me sentía hipócrita, pero cuando fui a ese grupo de jóvenes me recibieron con amor. Sentí a Dios diciéndome: te estuve esperando, no te iba a recibir ni con reproches ni con nada, estoy para ti”. Luego y sin cuestionar los tiempos de Dios, participó en un grupo de jóvenes católicos llamado “Encuentros de Promoción Juvenil”, donde una hermana comboniana costarricense, Norma Allen Brown llegó a dar una charla.
“Ella no fue a decirnos que nos hiciéramos hermanas, solo fue a compartir con nosotros el encuentro, pero rompió todos los esquemas que yo tenía sobre una religiosa, yo pensaba que desde pequeñas eran casi santas y que no habían pasado nada en sus vidas, solo rezaban y cantaban todo el día, que no compartían con los jóvenes, sino que eran regañonas y estrictas, conceptos que a uno le meten en el cine y lo que le dice a uno la gente”, explica. “Por ejemplo, ella estuvo a punto de casarse, pero en ese proceso prematrimonial descubrió que deseaba hacerse religiosa, es profesional y yo decía ¡wow!”, relata.
A partir de ahí nació en Stephanny la gran inquietud: “¿Será que yo podré ser religiosa?”. “Durante el encuentro estuve con esa pregunta. Me decía que sería súper lindo si Dios me llamara para esto… entonces me sentí indigna, no suficiente para hacer algo así tan grande, pensaba que no podía ser que Dios me llamara a mí para esto si soy lo más corriente del mundo, no me veía en eso, pero esa duda seguía en mi corazón y no sabía cómo responder”.
En oración le dijo a Dios que si Él quería que fuera religiosa que estaba dispuesta a todo, hasta dejar su familia. “Yo había sentido en mi corazón un gran amor por Él y que quería ser motivo para que muchas más personas lo conocieran… estaba dispuesta a dar un si radical”, afirma.
Frente al Santísimo confirmó aquella determinación: sería religiosa. Y desde aquel momento todo lo vivido tuvo sentido. Por cuatro años ha discernido su vocación con las hermanas combonianas y su viaje a México es confirmación de que el Señor quiere que siga adelante.
“Invito a todos los jóvenes a vivir este proceso. Sea que Él los llame o no, uno aprende a escuchar la voz de Dios. Ha sido un proceso de crecimiento. Soñaba con casarme y tener hijos, pero por Dios uno renuncia a todo”, asegura.
“Es elegir entre muchas cosas buenas alguna que es la más grande, a partir de una elección libre, de eso se trata la libertad. La vida se trata de renunciar a algo, por otra cosa que a mi parecer es más grande”, concluye.