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Ser misionera desde la vida contemplativa

By Marzo 10, 2022
Vanessa afirma que algunas veces las personas no se dan cuenta de lo fecunda que puede ser la oración y la Eucaristía. Vanessa afirma que algunas veces las personas no se dan cuenta de lo fecunda que puede ser la oración y la Eucaristía.

Era una chiquilla que, después de la escuela o el colegio, llegaba al negocio familiar en Concepción de Alajuelita para ayudar a sus papás, entonces, miraba atentamente a las personas caminar por la calle. En ocasiones, notaba la tristeza, el enojo o la amargura en sus rostros, a veces incluso los atendía, pensaba en ellas, en sus vidas.

Cuando era adolescente, experimentó un vacío, quizá como el que podían sentir aquellas personas que observaba desde el mostrador. Un día fue a la iglesia, buscó a algún amigo y no vio a ninguno, preguntó si podía servir de monaguilla en la misa, pero le dijeron que no era necesario, entonces, se sentó en una banca y con total sinceridad oró: “Jesús, estoy aburrida y aquí estoy”.

Esa palabra, aburrida, aludía a ese vacío existencial y a la tristeza que sentía. “Siento que esa fue la primera vez que hice oración”, dijo la joven. En ese momento, tuvo una experiencia intensa que no puede olvidar. “Sentí como si el Señor hubiera salido del sagrario y me hubiera abrazado, diciéndome: “Siempre estuve aquí”, recordó.

Vanessa María Quesada Monge, hija del cantón de Alajuelita, hizo su primera Profesión de Votos como religiosa de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús, el 22 de enero, en México.

Su testimonio es el de una joven que se abrió al llamado de Dios, dispuesta a responder a Él, aun cuando no faltaron personas cercanas quienes no podían comprender cómo una joven como ella quería optar por la vida religiosa: “¿Estás loca?”, “Esas monjas te están lavando el cerebro”, “vas a arruinar tu vida”.

Aunque también tuvo el apoyo de sus padres y otros, quienes, aunque no comprendieran del todo la decisión respetaban su decisión y le decían frases como: “Si estás feliz, pues yo seré feliz”.

Vanessa cuenta que, en realidad, desde que estaba en el vientre materno, su mamá la consagró a la Santísima Virgen María. Una religiosa le dijo a su madre que, ya que había dado a luz a dos varones, tuviera una hija, entonces, oró por una niña.

Y así fue, cuando supieron la noticia, la religiosa y otras personas llegaron a su casa, cantaban y alababan, entonces, consagraron a la bebé a Nuestra Señora. Esta historia Vanessa la guarda en su corazón.

Cuando tenía nueve años, un día, por curiosidad entró a la sacristía, la sacristana la miró y le preguntó: Ah ¿Querés ser monaguilla?, la pequeña Vanessa en realidad no sabía en qué consistía, pero respondió: “Sí, yo me apunto”.

De esta forma inició un servicio de casi 10 años como acólita, un servicio que tendría un impacto importante en su vida de fe. De igual forma, Tere, la sacristana, se convertiría en un pilar fundamental en su camino.

Luego, vino ese momento clave en su adolescencia, sola, en una banca del templo, donde tuvo ese encuentro personal con Cristo. “Bastó para que Dios en su amor infinito me dejara experimentar que él Está vivo, y es esa plenitud y ese gozo que llenó todo lo que estaba vacío”, expresó la joven de 25 años.

“Yo estaba presente en la iglesia haciendo cosas y nunca me había detenido a hacer oración y escucharlo”, contó. Desde ese día, hubo un cambio profundo en su vida, comenzó a ir a Misa todos los días y a apreciar cada instante.

Sentía, además, un deseo muy grande por transmitir a otros ese amor que ella experimentaba. Esas ganas se intensificaron cada vez más. Un día mientras tomaba un baño, escuchó que el Señor le preguntaba: ¿No te acuerdas?, de pronto, en su mente apareció un momento de su niñez donde ella decía: “Cuando tenga 15 me voy a consagrar a Ti”.

Todos estos signos convergían. A los 15 años entró a los núcleos vocacionales, con el objetivo de discernir cuál era la voluntad del Señor. Dos años después, inició su postulantado con las Hijas de María Auxiliadora, sin embargo, pronto descubriría que ella necesitaba una experiencia distinta.

“Era un carisma que yo anhelaba vivir y conectaba mucho conmigo, pero había una parte de mí que le faltaba algo, yo necesitaba más silencio y oración”, dijo con sinceridad la joven.

Recordó que en una ocasión participó de un retiro con las Religiosas de la Cruz (contemplativas eucarísticas) y quedó grabada en su mente el lema de la congregación: “Por ellos me consagro”. Esto conectaba con su actitud misionera y su anhelo de contemplación.

“Por ellos me consagro, por toda la humanidad, que era loque experimentaba, poder comunicar esa vida, esa alegría que había recibido de Dios, por ellos me consagro, por ese mundo, que tiene ansia de este dios que está vivo”, comentó. Inició un proceso de discernimiento, tras el cual, efectivamente, encontraría definitivamente el carisma perfecto para ella.

“Me enamoré de este carisma -aseguró-. Nos ofrecemos en todo lo que hacemos en unión con Jesús por la salvación de las almas. Me di cuenta que en mí había un anhelo profundo de llevar las almas hacia a Dios”.

Vanessa menciona que algunas veces las personas no se dan cuenta de lo fecunda que puede ser la oración y la Eucaristía. “Yo siempre anhelé ser misionera. A través de mi vida contemplativa y viviéndola feliz, gozosa y enamorada de Dios, soy misionera desde aquí, al propagar el evangelio, apoyar a la iglesia y al sacerdocio desde la vida contemplativa”, concluyó.

 

Danny Solano Gómez

Periodista, licenciado en Producción de Medios, especializado en temas de fe católica, trabaja en el Eco Católico desde el año 2009.

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