El seminarista, Marlon Jiménez, quien ha trabajado como dependiente en una ferretería, explica que durante una semana como mínimo, o bien durante todo el periodo vacacional, los jóvenes trabajan con el fin de madurar sus opciones vocacionales, acercarse a la realidad laboral y tomar consciencia sobre el valor de las cosas y el esfuerzo diario de otros.
Además, señala que esto permite descubrir cualidades y dones con los que el Señor ha enriquecido la propia vida, así como crecer en la interacción con las personas tanto en ambientes eclesiales como extra eclesiales.
Un tiempo de bendición
Los seminaristas de la etapa Formando Discípulos Misioneros de Cristo llevan a cabo esta experiencia en un ambiente no eclesial, puede ser donde trabajaron antes de entrar al Seminario o en un ambiente de acuerdo a la profesión que se tuviera.
Este es el caso de Minor Arguedas Anchía. Antes de iniciar su formación sacerdotal, estudió Ingeniería Industrial y trabajó en una empresa, a la cual volvió para colaborar con un proyecto en el Departamento de Excelencia Operacional.
“Este tiempo ha sido una bendición. Dios se ha servido de esta experiencia para yo poder compartir algo de lo mucho que Él me ha dado en el proceso. Trato de tener mis espacios de oración, cuando se me facilita voy en la tarde a la Santa Misa, en el carro sintonizo la radio para el Rezo del Rosario”, explica.
Reconoce que al inicio le costó readaptarse al ritmo de trabajo, recordar lo que hacía hace tres años, cuando decidió responder al llamado a la vocación que siente.
Expone que la experiencia le ha ayudado a reforzar su respuesta a la vocación y agrega que su oración ahora está más dirigida a las necesidades y dificultades que enfrentan algunas personas, quienes se acercan y le confían algunas situaciones personales.
“Es curioso, la gente piensa que uno salió de trabajar porque no le gustaba, todo lo contario, me gusta mucho la carrera que estudié, el trabajo que tenía, el departamento donde laboraba, la buena relación con los compañeros… Pero hubo algo más”, expresó.
El trabajo como oración
Por otro lado, los seminaristas de la etapa Formando Pastores al Estilo de Jesús pueden realizar esta experiencia laboral en un ambiente eclesial o no eclesial. Los de último año deben de hacerlo necesariamente en un ambiente eclesial.
Julio Andrés Brenes, cubrió los días de vacaciones del sacristán en su parroquia de origen, Dulce Nombre de Jesús, en Tierra Blanca de Cartago. Compartió que esta experiencia le sirvió para valorar aun más de lo que ya lo hacía el servicio que prestan tantos laicos en la iglesia.
Señaló que fueron días “de mucho corre corre”, pues coincidió además con la ordenación presbiteral de Edwin Alberto Víquez, un hijo del pueblo, así que había que preparar todo para que celebrara sus primeras misas de la mejor manera. “Una gran experiencia a nivel vocacional, fue vivir la Misa desde otra barrera”, comentó.
El cansancio -dijo- se convertía en una oración por todas aquellas personas que salían de sus trabajos y volvían a sus casas agotados.
Entre las vivencias que tuvo estos días, mencionó, por ejemplo, cuando tenía que cerrar las puertas del templo y aun había gente dentro, señaló que posiblemente esas personas necesitaban de ese momento de intimidad con Cristo y por eso era importante esperar. Situaciones sencillas como esa, según detalló, sirven para aprender a vivir el servicio desde la caridad.