El mosaico incluye diferentes elementos emblemáticos propios de la cultura costarricense, como las matas de café y un río a los pies de la Negrita, los cuales también poseen un significado espiritual. (Ver módulo)
La imagen principal está elaborada con pequeñas piezas de vidrio traídas de Italia, algunas están cubiertas de pan de oro de 24 kilates para resaltar partes del vestido y la aureola.
Según explicó la propia Paula, “su trabajo no es una copia exacta de la imagen que está en la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, sino una especie de representación artística, que conserva ciertos elementos de la original y añade otros motivos”.
Por ejemplo, “el rostro de la Virgen del mosaico tiene esa mezcla de español y mestizo y es sereno, como si la Virgen nos viera directamente a los ojos diciendo: ‘Aquí estoy yo, que soy tu madre’”.
Explicó además que el mosaico conserva las características de la original, pues “la Virgen María lleva un vestido, toda la pieza está “en tono verde”, cuenta con incrustaciones en oro y está hecha de piedra, pero tiene una mayor variedad de mármoles y le añade vidrio.
“Si ustedes ven este mosaico no es algo totalmente liso, porque quería destacar esa característica de ella, que tiene algunos mosaicos más salidos, otros un poco más rotos, otros que son piedra incrustada”, señaló.
Sáenz agradeció a la Santa Sede y a todos los que ayudaron a que este proyecto sea una realidad, en particular a la Universidad Autónoma de Centro América, UACA, en las personas de don Guillermo Malavassi y doña Lisette Martínez.
Esta universidad puso a disposición las cuentas de su Fundación para la recolección de aportes y está colaborando en la edición de un libro que explicará todo el proceso de elaboración del mosaico. Será entregado a las autoridades vaticanas y contendrá sendos escritos de Monseñor José Manuel Garita, Presidente de la Conferencia Episcopal, y de Monseñor Bruno Musaró, Nuncio Apostólico en Costa Rica, el relato del hallazgo de la imagen de la Virgen así como un recuento de las acciones de la Embajada de Costa Rica ante la Santa Sede.
Símbolos bíblicos en la obra
El agua: Jesús promete a la Samaritana donar un “agua viva”, con abundancia y para siempre, a todos aquellos que lo reconocen como el Hijo enviado por el Padre para salvarnos (cfr Jn 4, 5-26; 3,17).
La piedra: Jesucristo fundó realmente su Iglesia y colocó a Pedro y a sus sucesores como piedra angular de la misma: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. A ti te daré las llaves del Reino de los cielos, y lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo; y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”. Esto es lo que da fuerza y solidez a nuestra fe, y por eso nos proclamamos, con santo orgullo, católicos, apostólicos y romanos.
El fruto: El fruto que está representado en el mosaico es el del café, símbolo nacional, pero también tiene ese sentido de el fruto que tenemos que dar nosotros como lo dice en el Evangelio de San Juan, 15: Cristo es el tronco del que salen las ramas, es decir, todos nosotros que vivimos por él. Pero también él es la planta entera, tronco y ramas juntos: los cristianos somos realmente el Cuerpo de Cristo. Jesús nos dice: “Yo soy la vid”. Lo importante, pues, es que cada uno de nosotros esté vinculado con él por la fe, la oración y el culto de su palabra. Cada uno debe producir frutos. Esta alegoría demuestra la intimidad entre Jesús y sus discípulos: sin él no podrán hacer nada. Al preparar a sus compañeros para la misión, les recuerda que él es la vid verdadera, que el Padre cuida con esmero y amor. Las ramas que producen frutos son aquellos que han aceptado la palabra viva de Jesús y permanecen en él.