Si ahora aplicamos este término a la Historia de la Salvación, fácilmente comprendemos que cuando hablamos de Economía salvífica o de la Salvación, nos referimos al cómo Dios ha proyectado, programado y ejecutado el Plan de Salvación que en su infinita misericordia ha querido para todos nosotros.
Se trata de lo que San Pablo llama Misterio y que nadie conocía hasta cuando, en distintas etapas, Dios lo fue revelando, culminando su plena manifestación y ejecución en Cristo.
En la carta a la Efesios, el Apóstol de los gentiles (San Pablo), escribe: “Este Misterio no fue dado a conocer a los hombres en las pasadas generaciones, tal como ha sido revelado ahora por el Espíritu, a sus santos Apóstoles: esto es, que los gentiles (los paganos), incorporados a Cristo Jesús y por medio del Evangelio, son coherederos con los judíos, miembros del mismo Cuerpo (la Iglesia) y copartícipes de las promesas divinas” (3, 5-6).
Un poco más adelante, en la misma Carta, leemos: “A mí, el más pequeño de todos los fieles, ha concedido Dios la gracia de anunciar a los gentiles las insondables riquezas de Cristo, y de iluminar a todos y de esclarecer cómo se ha ido manifestando y realizando el Misterio escondido desde siglos en Dios […] para que ahora la multiforme sabiduría de Dios sea plenamente manifestada […] conforme al previo designio eterno que (Dios) realizó en Cristo Jesús” (3, 8-10).
Es por todo esto, que San Pablo, en otra carta suya, la carta a los Gálatas, afirma que los tiempos han llegado a su plenitud, porque el proyecto salvífico de Dios ha llegado precisamente a su plenitud, en Cristo y por Él (cfr Gál 4, 4).
Nuestro Dios es un Dios que salva y que tanto nos ama que nos ha enviado y entregado a su Hijo para que lleve a cumplimiento su proyecto de Salvación (cfr Jn 3, 16). Es un proyecto que supera toda expectativa humana… Una vez más, nos lo comenta sorprendido y asombrado, San Pablo en su carta a los Romanos. “Cristo murió por los impíos. Apenas habría -añade- quien muera por un justo; por un hombre de bien, tal vez se atrevería uno a morir… pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros” (5, 6-8). Jesús es el Buen Pastor, que da la vida “por sus ovejas”, comunicándoles así, la suya propia, que es eterna.
Estimada Paula, espero que estas breves consideraciones le sean útiles, a Usted y a los lectores del Eco, para comprender el sentido de la expresión Economía de la Salvación, como su esencial contenido.
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