En la larga genealogía con que Mateo empieza su Evangelio, está representada precisamente toda la historia del Pueblo de Israel, una historia que empezando con Abraham confluye toda ella, en Jesús, heredero de las promesas.
Se trata de una genealogía artificial, aunque tenga fundamentos reales, es decir, históricos. Al Evangelista le interesaba demostrar que Jesús era el Mesías, y concretamente, el “Hijo de David”, aquel que había sido prometido en las Escrituras. Desde ese interés, Mateo construyó tres grupos en la genealogía y cada grupo con 14 nombres. La artificiosidad es recordada por el mismo Evangelista cuando dice: “son pues 14 las generaciones desde Abraham hasta David; 14 desde David hasta la cautividad de Babilonia, y 14 desde la cautividad de Babilonia hasta el Mesías (Mt 1, 17). Esto le obligaba al Evangelista a omitir nombres de unos reyes y de otros personajes con tal de ajustar los tres grupos a 14 nombres.
Además, toda la genealogía, se articula en torno al nombre de David, siempre con la intención de presentar a Jesús precisamente, como “Hijo de David”, y así S. Mateo lo seguirá presentando, con este nombre, con mucha frecuencia, a lo largo de todo su Evangelio.
Hay además otro detalle “curioso” que da razón de los tres grupos de 14 nombres cada uno. Hay que recordar que después del exilio de Babilonia, se introdujo en el Pueblo Judío la costumbre de dar a cada consonante del alfabeto hebreo un valor numérico. Las tres del nombre David son D, V, D y su valor numérico sumaría 14, porque 4 para la letra D, 6 para la V y 4 otra vez para la D… pero, 14 corresponde a 7 x 2 y todos sabemos el sorprendente valor simbólico del número 7 en la tradición hebrea.
Los tres grupos de nombres representan, pues, en Mateo, las tres fases fundamentales de la historia bíblica: la primera que va desde Abraham hasta David; la segunda desde David hasta el exilio y la tercera, la del post-exilio y de la reconstrucción nacional.
De este modo, S. Mateo, acentúa que ha llegado la plenitud de los tiempos, y así el tiempo de la espera se ha concluido y que ya estaba entre los hombre, el Mesías de Dios, el Emmanuel, el Dios – con – nosotros.
Cabe descubrir otra intención en el modo con que Mateo ha organizado la genealogía de Jesús: el hecho, y sorprendiéndonos, de introducir en ella (a diferencia de S. Lucas) los nombres de cuatro mujeres, Rahab de Jericó, Ruth, la Moabita, Betsabé, la mujer de Urías, el hitita, y Tamar, hija de Cananeos… ninguna de ellas pertenecía la Pueblo Hebreo, con esa referencia S. Mateo quiere evidenciar que Jesús Mesías prometido, no es exclusivo del pueblo Judío, sino Salvador de todas las razas y pueblos. Y es verdad, que el mismo Evangelista enfatiza este hecho con el relato de la llegada de los Reyes Magos de Oriente, quienes, llegando frente a Jesús, “de rodillas lo adoraron” (M 2, 11) y a continuación le ofrecieron oro, incienso y mirra.
¡Cuántas verdades nos enseña S. Mateo, con lo que nos “narra”! Nos quiere decir que Jesús es el Mesías prometido, que ha llegado así la plenitud de los tiempos, que Jesús es el Salvador no solo de su pueblo (que lo rechazó) sino de todos los hombres, y que es Dios – con – nosotros, digno de adoración.