El texto del Concilio de Trento no presenta ningún texto de la Biblia, que pueda referirse al Purgatorio, sin embargo hay varios textos con que se insinúa claramente su existencia. Así, por ejemplo, en el segundo libro de los Macabeos, 12, 43-46, leemos que Judas acabada la batalla, organizó una abundante colecta y envió lo que se había recogido al templo en Jerusalén, para que se ofreciera un sacrificio por aquellos caídos, cuyos cadáveres habían sido encontrados con amuletos, dando así signo de muy mala superstición. El Autor sagrado, comenta: “si consideraba que una magnifica recompensa está reservada a los que “duermen” (mueren) piadosamente, el suyo,( el de Judas) era un pensamiento santo y piadoso” (Mac.12, 45). Del este texto, no sólo aparece claro que Judas Macabeo creía en la vida del más allá, sino que cabía ofrecer sacrificios para impetrar el perdón de posibles pecados, en favor de los que habían muerto.
Además del texto apenas citado, acudimos a la afirmación de Jesús que encontramos en el Evangelio de San Mateo 12,31-32:”Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia en contra del Espíritu, no será perdonada. Y al que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro. “Los Santos Padres (a saber, los Autores cristianos de primeros siglos), interpretaron esta afirmación de Jesús, diciendo justamente que en el “otro mundo” hay pecados que son perdonados, con tal que no sean contra el Espíritu Santo. En tal caso, la expresión “otro mundo”, no puede indicar ni el Paraíso, ni el Infierno, sino sólo lo que llamamos Purgatorio.
Es reconfortante constatar que desde muy pronto los cristianos oraban y ofrecían Misas por las almas del Purgatorio. El autor cristiano, Tertuliano, quien vivió entre 160 y 240, dejó el siguiente interesante testimonio: “ofrecemos sacrificios por los muertos una vez al año, como si celebráramos su onomástico”. Y en otro texto: “La viuda fiel hace oración por el alma de su esposo difunto, pidiendo por el refrigerio y compañía con ella después de resucitados”.
De su parte, S. Agustín en su famoso libro “Las Confesiones “, nos recuerda lo que dijo su mamá, Sta. Mónica, pocas horas antes de expirar: “entierra este cuerpo en donde quieras, no te aflija en modo alguno su cuidado. Lo que sí te encarezco es que donde quiera que estés, te acuerdes de mí ante el altar del Señor “(11-27).
El mismo S. Agustín en otra obra suya, “La Ciudad de Dios”, con tono un poco irónico escribió: “Hay muchos que salen de esta vida ni tan malos que no merezcan ser mirados con misericordia, ni tan buenos que tengan derecho a entrar enseguida a gozar de la bienaventuranza”.
¡Confiemos pues, en la misericordia de Dios, pero a la vez no nos creamos tan buenos que no debamos pasar por el Purgatorio! Y como con nuestras oraciones y nuestros sufragios podemos ayudar a nuestros hermanos difuntos, a quienes con cariño llamamos Almas del Purgatorio, que ellas intercedan por nosotros para que tengamos una vida cada vez más cristiana.
Infórmese primero con una suscripción digital. Conozca nuestros cómodos planes, es muy fácil, solo ingrese en este enlace.