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Viernes, 13 Junio 2025

¿Por qué se le llama Jubilar al Año Santo?

By Mons. Vittorino Girardi S. Mayo 22, 2025

“Monseñor, estamos ya de lleno en el Año Jubilar. He escuchado varias charlas acerca de su significado y de sus prácticas. Sin embargo, me quedan unas dudas. Primera, ¿por qué se llama Año Jubilar el Año Santo? Segunda, ¿el Año Jubilar tiene como principal finalidad ofrecernos el perdón por nuestros pecados o es otro su fin? Algo escuché acerca de culpa y acerca de pena, pero no me ha sido de gran utilidad. Mucho le agradezco su aclaración y con mi familia, le pido su bendición”.

Carlos Luis Mendel L. – Cartago

 

Estimado don Carlos Luis, para entender por qué se introdujo esa palabra, jubileo, hay que volver a la historia y costumbres del pueblo de Israel.

Después de ofrecer los primeros frutos del campo, concretamente unas gavillas de cebada, se contaban siete semanas y se llegaba así a cuarenta y nueve días, y el siguiente día era, obviamente, el “quincuagésimo”, que era día de fiesta y gratitud al Señor por las cosechas. Con el tiempo, esa fiesta recibió, con un término griego, el nombre de Pentecostés, que significa cincuenta.

Ahora bien, ese conteo de siete semanas de días, si lo aplicamos a siete semanas de años, alcanzamos cuarenta y nueve años y el siguiente sería el “quincuagésimo” año.

Surgió así, la celebración del “quincuagésimo año”, que tenía lugar precisamente cada cincuenta años. Su comienzo era proclamado con una trompeta, que más bien era un largo cuerno de carnero; cuerno llamado yobel o jobel, y de ahí nuestra palabra jubileo.

Se trataba de un año de perdón, por lo cual se devolvía la tierra a cuantos por necesidad, o por deudas, las habían entregado; se perdonaban también deudas a alguien que a lo mejor se había entregado como esclavo por no poderlas pagar, recobrando así la libertad… e inclusive, se dejaba descansar a la tierra. En algunos países, como en España, el periódico descanso de la propia tierra se llamaba “dejar en barbecho”.

En síntesis, se trataba de un año de indulgencia o de perdón.

Esta tradición, poco a poco, pasó a la Iglesia católica, aunque no siempre fue entendida de la misma manera y con la misma finalidad. Había sin embargo, pleno acuerdo en las prácticas que debían caracterizar el “Año Jubilar” como la confesión de los pecados, la Santa Comunión, la peregrinación, limosnas, oraciones…

Ha sido el Papa Bonifacio VIII, en 1300, conmovido por las muchedumbres que llegaban peregrinas a Roma, quien promulgó un Año Jubilar y de ese modo se introdujo en nuestra Iglesia la tradición de los Años Jubilares, primero al finalizar un siglo, luego cada cincuenta años y más tarde, en ocasiones especiales, como en el año 1854, año en que se proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, o en 1933, año aniversario de la Redención, o en otra ocasión, cuando el Sumo Pontífice lo juzgue conveniente, como lo hizo el Papa Francisco en 2015, con el Año de la Misericordia…

Son oportunidades de gracia que debemos y queremos humildes y confiadamente, aprovechar.

Si ahora nos detenemos en analizar las prácticas que se nos proponen para lograr las indulgencias, comprendemos fácilmente su fundamental finalidad. Lo primero que se nos pide es la Confesión y Absolución de nuestros pecados. Lo subrayamos: esa es la primera condición y que da sentido a todas las otras prácticas, para así lograr las indulgencias. Esta primera y fundamental condición, nos hace comprender que la indulgencia, ya presupone el perdón de los pecados o culpas. Iluminemos esta afirmación con algún ejemplo.

Cuando el Hijo pródigo volvió a casa, arrepentido, el Papá le otorga incondicionalmente el perdón y celebra su retorno… pero eso no implica que el hijo “recuperara” todo lo perdido, a saber, la herencia malgastada… Otro caso: si un alcohólico se arrepiente, se confiesa y recibe el perdón, Dios misericordioso se lo otorga, pero el perdón de sus culpas, no implica que él ya salga curado de su alcoholismo. Se le perdona la culpa, pero queda lo que la teología llama pena, o herida causada por el pecado. Se trata de las “dolorosas consecuencias de nuestros pecados”.

Las prácticas propuestas para el Año Jubilar, son varias, y son entendidas como ayuda para ir sanando las heridas causadas por los pecados. Podemos entenderlas casi como “vitaminas” que nos van sosteniendo y cooperando en nuestro proceso de recuperación y sanación de las heridas que llevamos dentro (penas). Y esas “ayudas” nos vienen de los méritos infinitos de Jesucristo, de los méritos de los Santos y de cuantos nos han precedido… que constituyen como el “tesoro de la Iglesia”, que ella, por la autoridad que Cristo le ha confiado va, para decirlo de algún modo, administrando a nuestro favor.

Es del todo lógico, que para este proceso de “recuperación espiritual y sanación” lo más importante, mejor, lo imprescindible, sea nuestra sinceridad en querer dejar toda forma de pecado, toda forma de apego a situaciones moralmente incorrectas, de modo que Dios, realmente, sea lo primero en nuestra vida, sin que nada ni nadie lo desplace.

Le deseo pues, a usted, don Carlos Luis y a su familia, que podamos concluir este Año Santo 2025, más claramente… ¡cristianos!

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