La palabra Ángel, con que se les denomina a esos seres espirituales, es un vocablo griego que traducido al español, significa “mensajero”, y este término se ha impuesto, ya que en la Sagrada Escritura, cuando se habla de esos seres espirituales, normalmente se hace referencia a su función, que es precisamente de “mensajeros”. Con todo su ser, los ángeles son, pues, servidores y mensajeros de Dios.
Ellos “contemplan constantemente -afirma Jesús mismo- el rostro del Padre que está en los cielos” (Mt 18, 10); son ejecutores de órdenes, atentos a la voz de su palabra (cfr. Sal 103, 20-21).
En tanto que creaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son pues, personas e inmortales (cfr. Lc 20, 35). Superan en perfección a todas las creaturas visibles de nuestro mundo terrenal, como podemos volver a leer en el número 330 del Nuevo Catecismo.
Cuántos sean los Ángeles, no lo sabemos. La Escritura y la Tradición cristiana hablan de muchedumbre, jerarquía de ángeles, de legiones y del ejército celestial… Es normal que así podamos pensar, ya que como en la naturaleza visible, hay una muy constatable jerarquía de seres, recordando aquel antiguo axioma de que “natura non facit saltus”, a saber, que en la naturaleza no hay saltos, sino, que existe un muy preciso y bien evidente sucederse progresivo de seres (= jerarquía). Es así muy lógico pensar que lo mismo acontece entre los Ángeles. Y, entonces, inspirándose particularmente en la carta de San Pablo a los Colosenses, los teólogos acostumbran “reunir a los Ángeles en tres categorías en orden descendente. De este modo, tenemos, 1°: los Serafines, Querubines y Tronos; 2°: Dominaciones, Virtudes y Potestades; 3°: Principados, Arcángeles y Ángeles. Obviamente todos ellos gozan de la misma visión beatífica y lo afirmamos recordando las ya citadas palabras de Jesús: “Ellos contemplan constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos (Mt 18, 10).
Estimada Paula, continuemos pues, en paz y agradecidos, rezándole a nuestro Ángel de la Guarda… Otra vez leemos en el Nuevo Catecismo en su número 336: “Desde la infancia (cfr. Mt 18, 10), hasta la muerte (cfr. Lc 16, 12) la vida humana está rodeada de la custodia de los ángeles y de su intercesión. “Cada fiel tiene a su lado un Ángel como protector y pastor para conducirlo a la Vida” (San Basilio).