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¿Cuándo instituyó Jesús el sacerdocio como lo tenemos en la Iglesia?

By Mons. Vittorino Girardi S. Mayo 11, 2023

“Monseñor, constato una vez más que mi formación como católico es pobre. No hace mucho, un amigo no católico, con tono de quien sabe, me preguntó, ¿y en qué parte de la Biblia se afirma que Jesús quiso a sacerdotes como ustedes los católicos los tienen, con poderes tan especiales y exclusivos… y para siempre? Todos nosotros -continuó ese amigo mío- con el Bautismo llegamos a ser profetas, sacerdotes y pastores. Cualquier Bautizado puede asumir, para el tiempo en que él pueda, la tarea de pastor, es decir, de guía, de consejero, de predicador, en nuestra comunidad. Precisamente por eso, a los encargados de nuestras comunidades, los llamamos Pastores. Monseñor, ¿en qué parte de la Biblia, entonces, encontramos que Cristo quiso a sacerdotes, como los tenemos en el Iglesia Católica? Muchas gracias por su respuesta”.

 Armando Blanco G. - Coronado.

 

Estimado don Armando, entre los escritos del Nuevo Testamento, es la Carta a los Hebreos la que presenta a Jesucristo como Sacerdote, aunque Él en ningún momento se atribuía ese título, ciertamente con la intención de que no se confundiera su sacerdocio con el sacerdocio levítico del Antiguo Testamento.

Sin embargo, Jesucristo para describir y más aún para definir su identidad y misión sacerdotal, acude a figuras y hechos “sacerdotales” presentes y descritas en el Antiguo Testamento. He aquí algún ejemplo. En una ocasión, cuando los Apóstoles estaban discutiendo acerca del “primer lugar de entre ellos”, Él dijo: “tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida (= sacrificarla) en rescate de todos” (Mc 10, 45), haciendo muy explícita referencia al sacrificio expiatorio del Siervo de Dios profetizado por Isaías (cfr. Is 53). Otras veces, Jesús hizo referencia al sacrificio que marcó la solemne celebración de la Alianza, por la sangre, allá en el Sinaí (cfr. Mc 14, 24; Ex 24, 8) y no debemos olvidar que su “sangre derramada” que Él ofrece en la cena pascual, con la institución de la Santa Eucaristía, recuerda la sangre del cordero pascual ofrecido por los sacerdotes (levitas) en el templo de Jerusalén. Jesús, pues, como lo afirma la recordada Carta a los Hebreos, es “el Sumo sacerdote que necesitábamos” (7, 20).

Es Jesús el Sacerdote santo, único que puede santificar realmente a todos nosotros, pues por amor ha querido salvarnos ofreciendo su propia sangre (cfr. Hb 25, 26).

Bien sabemos que Jesús fue enviado al mundo por el Padre, para la salvación de todos (cfr. Jn 3, 16) y Jesucristo como ha sido enviado, así ha enviado a sus apóstoles para que puedan prolongar en la historia, su acción salvífica. Él mismo se lo proclamó, con toda claridad, la noche de Pascua, cuando ya victorioso sobre el pecado y la muerte, les dijo: “como el Padre me envió, también yo los envío” (Jn 20, 21) y para que pudieran realizar su cometido, les participa su poder particularmente en relación con dos sacramentos (obviamente, sin excluir los otros), el de la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación (Confesión). Recordamos sus palabras. Una vez que realizó el milagro de cambiar el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre, les dice a sus Apóstoles: “Hagan esto en conmemoración mía” (Lc 22, 28). Y sobre el poder de perdonar los pecados a cuantos se arrepientan, en la noche de Pascua se les apareció a los mismos (ya no estaba con ellos Judas), después de desearles dos veces el “Shalom” (paz), “sopló” sobre ellos y les dijo: “reciban al Espíritu Santo; quedan perdonados los pecados a quienes los perdonen; quedan retenidos a quienes se los retengan” (Jn 20, 22-23).

Los Apóstoles, a su vez, participaron su misión a otros que ellos mismos escogieron (cfr. Hch 1, 15-25; 6, 2-6; etc.) transmitiéndoles los mismos poderes que Cristo les había otorgado. Baste esta referencia. Le escribe san Pablo a Timoteo: “no descuides los dones que tienes y que Dios te concedió cuando, por inspiración profética, los presbíteros de la Iglesia te impusieron las manos “(1Tim 4, 14).

Se trata de una evidente referencia al Sacramento del Orden, que es conferido con la imposición de manos, hecha según la práctica de los Apóstoles, para transmitir el ministerio sacerdotal de Cristo.

Desde entonces, la Iglesia de Cristo, fue constituyéndose en torno a los sacerdotes que celebran la Eucaristía y que, en nombre de Cristo y “en su persona”, ofrecen el perdón de los pecados con la celebración del sacramento de la Penitencia. Para tales celebraciones, es claro que no es suficiente haber sido bautizado, sino, que se necesita una nueva celebración sacramental, cuyo corazón es la imposición de manos acompañada por la oración de aquel que preside (Sacramento del Orden).

Estimado Armando, es obvio que es mucho más lo que podríamos comentar, guiados por la Palabra de Dios, acerca de la voluntad de Cristo para dotar a su Iglesia, de su propio sacerdocio en los tres grados del Episcopado, Presbiterado y Diaconado, pero confío que para su pregunta sea suficiente y claro, lo que aquí hemos recordado.

Last modified on Jueves, 11 Mayo 2023 19:30

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