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Tus dudas: ¿Cuáles son los cuatro dogmas marianos?

By Mons. Vittorino Girardi S. Diciembre 16, 2022

“Monseñor, reciba mi cordial saludo y las muestras de mi agradecimiento por su ayuda a lo largo ya de no pocos años. En una ocasión, en una homilía mariana, usted nos recordó las cuatro verdades fundamentales que la Iglesia Católica afirma de María, la Madre del Señor. Usted nos hablaba de los cuatro dogmas marianos. Me pareció tan fácil recordarlos… pero no ha sido así, y tengo mis dudas. Monseñor, ¿me puede recordar cuáles son los cuatro dogmas marianos? Una vez más, gracias por su atención”.

Delfina Sánchez M – San José

 

Estimada Delfina, le agradezco yo su pregunta, porque nos da la oportunidad de recordar un punto tan fundamental en relación con las verdades marianas que todo católico debe conocer y profesar.

Ante todo, conviene recordar lo que hay que entender por “dogma”. Ha sido el Concilio Vaticano I, celebrado en 1870, que ha definido el concepto de dogma, afirmando: “Debe creerse con fe divina y católica todo aquello que está contenido en la Palabra de Dios escrita (Sagrada Escritura) como trasmitida (Tradición) y se propone por la Iglesia para que sea creído como revelado por Dios, bien por una definición solemne, bien por el Magisterio ordinario y universal” (DS 3011).

Por lo que acabamos de transcribir, dos son los elementos que determinan un dogma (es decir, una verdad propia de nuestra fe católica), a saber, que se trate de una verdad contenida en la Revelación, y que la Iglesia la haya formulado y propuesto expresamente como objeto o contenido de nuestra fe.

Ahora bien, son precisamente cuatro las fundamentales verdades marianas que están contenidas en la Revelación y que la Iglesia, a lo largo de su historia, ha formulado y propuesto expresamente en su Magisterio o enseñanza solemne, para que todo católico los profese.

El primero ha sido el de la Maternidad divina. En el año 431, el Concilio de Éfeso definió explícitamente a María como Madre de Dios. A Nestorio, Patriarca de Constantinopla, le parecía excesivo ese título, sin embargo, los Padres del Concilio de Éfeso, dejaron en toda su luz e hicieron propia la afirmación del Ángel Gabriel a María, asegurándole que el que naciera de ella era el “Hijo del Altísimo”, cuyo reino jamás tendría fin” (cfr. Lc 1, 32-33). Con otras palabras, si el que nacería de María era Dios, justa y correctamente María debía ser reconocida y afirmada como Madre de Dios.

Aquel 22 de junio de 431, por la noche, los fieles reunidos en Éfeso, llevaron en triunfo a los Padre Conciliares que acababan de confirmar solemnemente lo que el Pueblo de Dios ya afirmaba , a saber, que María, la toda santa, correctamente debía ser invocada como MADRE DE DIOS.

El segundo dogma es el de la Perpetua virginidad. María es reconocida y proclamada “virgen antes del parto, en el parto y después del parto”. Ella era virgen antes de concebir y dar a luz a Jesús, como los evangelistas lo evidencian con toda claridad. La concepción de su hijo Jesús fue virginal (cfr. Mt 1, 18-25; Lc 1, 26-38).

Y María es virgen en el momento del parto; quien da a luz a Jesús, es virgen y el Concilio Lateranense del año 649 lo afirma como una verdad aceptada por toda la Iglesia… Y después del nacimiento de Jesús, como consta en la Escritura, María no tuvo otros hijos, y los que los evangelistas llaman “hermanos de Jesús” bien sabemos que así son llamados por exigencias del mismo idioma hebreo, a sus primos o familiares de varios grados, precisamente como la Iglesia siempre lo ha afirmado.

El tercer dogma se refiere a la Inmaculada Concepción. Ha sido proclamado por el Beato Pío IX el 8 de diciembre de 1854. Es útil y edificante recordar la fórmula de la definición: “Para honor de la Santa e indivisa Trinidad, para gloria y esplendor de la Virgen Madre de Dios […], con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y la Nuestra, declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha del pecado original en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, está revelada por Dios y, por consiguiente, ha de ser creída firme y constantemente por todos los fieles”.

El cuarto y último dogma mariano definido afirma la Glorificación corporal de María, una vez acabada su vida terrenal. Nos referimos al dogma de la Asunción de María al Cielo, en cuerpo y alma. Lo definió el Papa Pío XII el 1° de noviembre de 1950, con estas palabras: “afirmamos, declaramos y definimos con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, los Apóstoles Pedro y Pablo y la Nuestra, que es un dogma divinamente revelado que María, Madre de Dios, Inmaculada y Siempre Virgen, cumplido el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.

Estos son, estimada Delfina, las cuatro verdades y, a la vez, los cuatro privilegios exclusivos de María… Ellos  espontáneamente nos traen a la memoria la sorprendente profecía de la joven María de Nazareth, cuando visita a su prima Isabel: “todas las generaciones me llamarán Bienaventurada” (Lc 1, 18).

 

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