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Tus dudas: “Vivo angustiada… ¿qué hago?”

By Mons. Vittorino Girardi S. Abril 19, 2022

“Monseñor, soy la que de vez en cuando le llamo. Ya soy un poco mayor, vivo con una hija soltera que me ayuda y que se preocupa por mí. Sin embargo, paso muchas horas sola porque mi hija sale a trabajar. Sufro de diabetes que intento controlar con homeopatía. Hay días que experimento una angustia que no logro controlar, me pongo nerviosa y con crisis de llanto. Yo soy muy creyente, oro, rezo el Santo Rosario, pero los momentos de serenidad y paz, son muy pocos y muy pasajeros. Y si pienso en el futuro, me angustio aún más. No encuentro salidas. Pida por mí, Monseñor, y por mi hija. Pido también por usted”.

Marta A.V. - Pérez Zeledón

 

Estimada Marta, usted se reconoce en lo que me escribe, pero no se sorprenda que le haya cambiado el nombre. Lo he hecho precisamente porque lo que me escribe es muy personal y no conviene que se sepa de quién estoy hablando. Además, se lo digo con tono jocoso, le llamo Marta, porque lo que me ha escrito me ha hecho recordar a otra Marta, la hermana de María y de Lázaro, amigos de Jesús. A Marta, viéndola tan preocupada y que le reprochaba a Jesús que “perdiera” el tiempo hablando con María, él le dice con bondad y cariño: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas, pocas son necesarias, o mejor, basta una sola. María ha escogido la parte mejor, la cual no le será quitada” (Lc 10, 41-42).

Mi primera reacción, leyendo cuanto me escribe, ha sido la de preguntarme: ¿será que la señora Marta piensa que además de sacerdote, sepa yo de medicina? Sin embargo, aquí estoy, y me atrevo a expresarle unos pensamientos, e inclusive unos consejos, dictados por el “sentido común” y por muchos años de experiencia.

Usted experimenta un conjunto de sentimientos negativos, no uno solo. Le invaden la preocupación, la ansiedad, el miedo… y se siente abatida y vencida. Como lo dice la Sagrada Escritura: “La congoja en el corazón del hombre, lo abate” (Pro 12, 25). Pero también, conviene recordar lo que nos dice Jesús: “¿Y quién de ustedes podrá por mucho que se afane (se preocupe), añadir a su estatura un codo?” (Mt 6, 27). También nos resuena su bondadosa invitación: “Vengan a mí cuantos están cansados y agobiados, que yo los aliviaré” (Mt 11, 28).

Sin embargo, estimada Marta, su problema de angustia y miedo, no es un problema primariamente religioso, sino, psicológico y a la vez físico, porque la misma diabetes acrecienta sus variables estados de ánimo.

Sin ninguna pretensión, me permito recordarle unos hechos y ofrecerle algún consejo, fruto, como ya se lo decía, del “sentido común” y de la experiencia.

Hay muchas razones, demasiadas, para preocuparnos y para “estresarnos” como decimos hoy, y para angustiarnos. Sin embargo, los profesionales en psicología aseguran que 40% de lo que nos preocupa, se refiere a “cosas” que nunca llegarán a suceder; el 30% se refiere al pasado que ya no podemos cambiar; el 12% está relacionado con las críticas de los demás hacia nosotros, en su mayor parte infundadas; el 10% se refiere a nuestra salud, que (todos lo sabemos), empeora cuando nos angustiamos; el 8% se refiere a problemas reales que nos corresponde resolver.

Cuando, con la calma que podamos y en diálogo con alguna persona amiga, comprensiva y paciente, estudiamos de cerca lo que nos angustia, vemos que preocuparnos y angustiarnos, es ante todo, una pura pérdida de tiempo. Pero es más que eso. El angustiarnos no es sólo inútil, es dañino para nosotros. Los daños físicos y emocionales, causados por la ansiedad crónica, son bien conocidos y están ampliamente confirmados.

En general, la angustia y la congoja, debilitan el sistema inmunológico, cooperan a las enfermedades cardiovasculares, a la hipertensión, a la misma diabetes, a la depresión, a los ataques de pánico, a varios tipos de obsesiones…

Es inevitable, que una vez más me llegue a la memoria, las muchas veces que encontramos en la Palabra de Dios, la breve exhortación: “¡No temas!” Los expertos en Biblia nos aseguran que esa exhortación se haya en la Sagrada Escritura 350 veces… Con frecuencia me sorprende aquella escena de Jesús caminando sobre las aguas y quien les grita a sus apóstoles llenos de miedo: “¡No tengan miedo, soy yo!” (Mt 14, 27).

Es verdad, Él no nos abandona, es nuestro Buen Pastor que nos acompaña y nos guía; nunca estamos solos aunque nos encontremos “en cañadas oscuras”… Sin embargo, estimada Marta, como ya dije, en su caso usted sabe todo esto y lo cree y lo lleva a la oración, y sin embargo, sigue experimentando angustia. Es por eso, que le aconsejo pedir ayuda a un buen profesional, para que puedan usted y él, detectar las causas y determinar posibles remedios de su situación. Además, me atrevo a aconsejarle que no se conforme con la homeopatía (no la excluyo) en el tratamiento de su diabetes, que -como sabemos- mucha conexión tiene con el estado de ánimo… A todo eso, añada esas otras aconsejadas “recetas” conocidas por todos, como el salir, un proporcionado ejercicio físico, el visitar a personas amigas, y a otras necesitadas de alguna ayuda, el ocuparse moderadamente en algo útil, dedicarse a lecturas de contenido positivo e inclusive edificantes, etc., etc. Ánimo pues, estimada Marta y gracias por su oración.

 

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