Usted experimenta un conjunto de sentimientos negativos, no uno solo. Le invaden la preocupación, la ansiedad, el miedo… y se siente abatida y vencida. Como lo dice la Sagrada Escritura: “La congoja en el corazón del hombre, lo abate” (Pro 12, 25). Pero también, conviene recordar lo que nos dice Jesús: “¿Y quién de ustedes podrá por mucho que se afane (se preocupe), añadir a su estatura un codo?” (Mt 6, 27). También nos resuena su bondadosa invitación: “Vengan a mí cuantos están cansados y agobiados, que yo los aliviaré” (Mt 11, 28).
Sin embargo, estimada Marta, su problema de angustia y miedo, no es un problema primariamente religioso, sino, psicológico y a la vez físico, porque la misma diabetes acrecienta sus variables estados de ánimo.
Sin ninguna pretensión, me permito recordarle unos hechos y ofrecerle algún consejo, fruto, como ya se lo decía, del “sentido común” y de la experiencia.
Hay muchas razones, demasiadas, para preocuparnos y para “estresarnos” como decimos hoy, y para angustiarnos. Sin embargo, los profesionales en psicología aseguran que 40% de lo que nos preocupa, se refiere a “cosas” que nunca llegarán a suceder; el 30% se refiere al pasado que ya no podemos cambiar; el 12% está relacionado con las críticas de los demás hacia nosotros, en su mayor parte infundadas; el 10% se refiere a nuestra salud, que (todos lo sabemos), empeora cuando nos angustiamos; el 8% se refiere a problemas reales que nos corresponde resolver.
Cuando, con la calma que podamos y en diálogo con alguna persona amiga, comprensiva y paciente, estudiamos de cerca lo que nos angustia, vemos que preocuparnos y angustiarnos, es ante todo, una pura pérdida de tiempo. Pero es más que eso. El angustiarnos no es sólo inútil, es dañino para nosotros. Los daños físicos y emocionales, causados por la ansiedad crónica, son bien conocidos y están ampliamente confirmados.
En general, la angustia y la congoja, debilitan el sistema inmunológico, cooperan a las enfermedades cardiovasculares, a la hipertensión, a la misma diabetes, a la depresión, a los ataques de pánico, a varios tipos de obsesiones…
Es inevitable, que una vez más me llegue a la memoria, las muchas veces que encontramos en la Palabra de Dios, la breve exhortación: “¡No temas!” Los expertos en Biblia nos aseguran que esa exhortación se haya en la Sagrada Escritura 350 veces… Con frecuencia me sorprende aquella escena de Jesús caminando sobre las aguas y quien les grita a sus apóstoles llenos de miedo: “¡No tengan miedo, soy yo!” (Mt 14, 27).
Es verdad, Él no nos abandona, es nuestro Buen Pastor que nos acompaña y nos guía; nunca estamos solos aunque nos encontremos “en cañadas oscuras”… Sin embargo, estimada Marta, como ya dije, en su caso usted sabe todo esto y lo cree y lo lleva a la oración, y sin embargo, sigue experimentando angustia. Es por eso, que le aconsejo pedir ayuda a un buen profesional, para que puedan usted y él, detectar las causas y determinar posibles remedios de su situación. Además, me atrevo a aconsejarle que no se conforme con la homeopatía (no la excluyo) en el tratamiento de su diabetes, que -como sabemos- mucha conexión tiene con el estado de ánimo… A todo eso, añada esas otras aconsejadas “recetas” conocidas por todos, como el salir, un proporcionado ejercicio físico, el visitar a personas amigas, y a otras necesitadas de alguna ayuda, el ocuparse moderadamente en algo útil, dedicarse a lecturas de contenido positivo e inclusive edificantes, etc., etc. Ánimo pues, estimada Marta y gracias por su oración.