El Padre Leopoldo, nació el 12 de mayo de 1866, en Castelnuovo, en el Reino de Dalmacia que, entonces, pertenecía al Imperio Austrohúngaro y que actualmente corresponde a una amplia parte de Croacia.
Muy joven entró en la orden de los Frailes Franciscanos Capuchinos y a los 19 años, en 1885, hizo su primera profesión de los votos de castidad, pobreza y obediencia. Fue ordenado sacerdote el 20 de setiembre de 1890, en Venecia, a los 24 años.
No hay que sorprendernos de que de Dalmacia pasara a Italia, y fuera ordenado sacerdote en Venecia. Eso se debe a que la Provincia de los Padres Capuchinos de Venecia, integrara también a las comunidades de la misma Orden, presentes en Dalmacia.
El joven Padre Leopoldo, pronto fue destinado al convento de Frailes Capuchinos de Padua y allá transcurrió su vida entre las muchas horas que pasó en el confesonario y la oración, especialmente, frente a una estatua de la Virgen. Más tarde, dedicó muchas horas también cerca de la cama de enfermos graves. Él bien sabía qué significaba sufrir, en el espíritu y en el cuerpo. Cayó enfermo por un cáncer en el esófago que lo llevó a la muerte en 1942, en época de la “inútil masacre” de la Segunda Guerra Mundial.
San Leopoldo Mandic de Castelonuovo es conocido también por su fama de taumaturgo, por los muchos milagros que le han sido reconocidos, tanto durante su vida, como después de su muerte.
Fue canonizado en 1983 por el Papa San Juan Pablo II, quien lo declaró “modelo de confesores”.
Nuestro Papa Francisco quiso la presencia de sus reliquias al lado de las de San Padre Pío, durante el Año de la Misericordia (2015-2016) justificando su deseo, recordando: “San Leopoldo, además de ser testigo de la Reconciliación y un tenaz partidario del viaje ecuménico, experimentó en su propia carne el sufrimiento de la enfermedad del cáncer, soportando su peso con serenidad y confianza. Ya invocado por muchos fieles para lograr la curación, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, lo ha reconocido como el santo patrono de los pacientes de cáncer”.
Aunque actualmente el Padre Leopoldo no sea muy conocido en América Latina, su memoria y devoción se van difundiendo… Cada año miles de peregrinos acuden a su santuario, construido en su honor, allá en Padua y, en particular a su tumba, orando frente a la vitrina en la que se expone su cuerpo, para pedir su intercesión.
Estimado Andrés, concluyo esta breve “información” con unas palabras que el Padre Leopoldo repetía con frecuencia: “Fe, ¡tengan fe! Dios es el médico y es la medicina”.